
La primera encíclica dedicada al medio ambiente insta a todas las naciones y personas de buena voluntad a comprometerse en el cuidado de la creación.
El papa Francisco ha dado señales de sentirse cómodo en rol de hacedor; es un líder religioso que emplea gran parte de su energía en la acción y parece no haber tema de actualidad que le sea ajeno. En ese camino, se ha referido con particular interés a la cuestión ambiental y, por ende, a la salud del Planeta. No es un dato menor que en la que en rigor es su primera encíclica quiera afrontar el tema de la ecología y la preservación del medio ambiente.
Ya en su homilía de Pentecostés, Francisco instaba a “cultivar el jardín en el que vive la humanidad” y recordaba que “el respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe”.
En esa oportunidad, en la Basílica de San Pedro, señaló que “el Espíritu Santo que Cristo ha mandado junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada cosa, son uno y el mismo. Por eso, el respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe”.
En esa ocasión también subrayó que el jardín en el cual vivimos “no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino para que lo cultivemos y lo custodiemos con respeto”.
No es la primera vez que el Vaticano, durante el papado de Francisco, se ocupa de estas cuestiones, ya que antes se lanzaron duras críticas contra la utilización de combustibles fósiles y se instó a los países ricos o desarrollados a reducir sus emisiones de carbono; tal vez esa haya sido una señal de que el papa Francisco presionará con firmeza en su documento a favor de acciones contra el cambio climático.
“En la actualidad, la quema cada vez más acelerada de los combustibles fósiles que alimentan la economía alteran el delicado equilibrio ecológico de la Tierra en una escala casi insondable”, dijo el cardenal Peter Turkson de Ghana, miembro del círculo de consulta del Papa. “Los países más ricos, los que más se benefician con los combustibles fósiles, tienen la obligación moral de avanzar y encontrar soluciones para el cambio climático y así proteger el medio ambiente y la vida humana”, subrayó.
Si bien toda nueva encíclica es aguardada con expectativa, en este caso el interés se potencia por el tema que abordará –la protección del medio ambiente–, teniendo en cuenta que será la primera completamente escrita por Francisco y que en diciembre se realizará en París la Cumbre sobre Cambio Climático, considerada vital para el futuro próximo del Planeta. En efecto, desde hace algunos meses en el Vaticano se había anticipado que existía la intención de difundir la encíclica un tiempo antes de la Cumbre.
En enero pasado, el Pontífice, al regresar de su viaje por Sri Lanka y Filipinas, sostuvo que en la Conferencia de Perú sobre Cambio Climático de diciembre de 2014 no se llegó a nada “porque faltó valor” y agregó en forma contundente: “Espero que en París sean más valientes”. Fue el vocero Federico Lombardi quien, tras el encuentro del Papa con el presidente francés Francois Hollande, adelantó a los periodistas que Francisco había comenzado a escribir un documento sobre este tema; y dentro de ese marco destacó la importancia de observar que “pretende resaltar particularmente la temática de la relación de la ecología con el ser humano”; y que algunos gestos y detalles dejan entrever el amor del Papa por la creación y la gran trascendencia que tiene en su pensamiento el cuidado del medio ambiente. No parece casual que haya escogido el nombre de Francisco por el santo de Asís, que se distinguió, entre otras cosas, por proteger la naturaleza y los animales.
Además, Francisco, en su primera homilía, hizo un llamado a todos, cristianos y no cristianos, a ser custodios de la Creación: “Quisiera pedir a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos custodios de la Creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de la destrucción y de muerte acompañen este mundo nuestro”.
Por otro lado, el 5 de junio de 2013 el Papa decidió abordar el tema en una audiencia general y dedicó prácticamente todo el acto a hablar sobre ecología. En su discurso, hizo varias preguntas: “¿Qué quiere decir cultivar y custodiar la tierra? ¿Estamos verdaderamente cultivando y custodiando la creación? ¿O bien la estamos explotando y descuidando?”. Y respondió: “Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; quiere decir hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos”.
Francisco relaciona la crisis medioambiental con la ecología humana: “Nosotros estamos viviendo un momento de crisis; lo vemos en el medio ambiente, pero sobre todo lo vemos en el hombre. La persona humana está en peligro”. En ese sentido destacó que allí estaba la urgencia de la ecología humana, el peligro grave, porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: “no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y de antropología”.
En el encuentro mantenido con el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, ambos coincidieron en la necesidad de combatir el cambio climático para reducir las desigualdades y resaltaron que se trata de “una cuestión moral” porque, según se ha subrayado, “es necesario para erradicar la extrema pobreza, reducir la desigualdad y garantizar un desarrollo económico equitativo y sostenible”.
También afirmó que “El cambio climático está intrínsecamente vinculado a la salud pública, a la seguridad del agua y de los alimentos, a la los movimientos migratorios, a la paz y a la seguridad. Es una cuestión moral. Una cuestión de justicia social, derechos humanos y ética fundamental”.
En tanto, el representante del Vaticano ante la ONU, monseñor Silvano Tomasi, aseguró en su discurso inaugural de la Conferencia organizada por las Naciones Unidas y la Academia Pontifica de Ciencias y Religiones para la Paz de la Santa Sede que la lucha contra el cambio climático es un “imperativo moral”. Esta expresión puede relacionarse con la idea del Pontífice de “cuidar y tratar con respeto” al medio ambiente, al advertir que “la naturaleza no perdona si la maltratamos”, y que “la creación no es propiedad nuestra, y, menos aún, sólo de algunos, sino que es un regalo que Dios nos ha dado para que la cuidemos y la utilicemos con respeto en beneficio de todos”, conceptos vertidos durante una audiencia general en el Vaticano antes de emprender su segundo viaje internacional. En ese ámbito, Francisco agregó que “si no cuidamos la creación, la destruimos; y si destruimos la creación, la creación nos destruirá a nosotros”. “Recuerden aquel dicho –enfatizó–. Dios perdona siempre; nosotros, los hombres, perdonamos algunas veces; la naturaleza no perdona nunca si la maltratamos”, señaló el Papa.
En síntesis, es muy factible que Francisco, en la nueva encíclica, busque transmitir al mundo que la protección del medio ambiente es un imperativo moral urgente y un deber sagrado para todas las personas de fe y para los que no la tienen también.
Es difícil saber a ciencia cierta cuánta influencia puede tener la encíclica papal sobre los 1.200 millones de católicos en el mundo. Sin embargo, algunos países ya presionan para que se concrete un acuerdo climático que incluya un plazo para eliminar gradualmente el uso de combustibles fósiles.
En una señal de lo que puede esperarse del contenido de la encíclica, el cardenal Peter Turkson, quien es el autor del primer borrador del documento, sugirió que es pecado que “los humanos degraden la integridad de la tierra y provoquen cambios en el clima”.
Más allá de la publicación del documento papal, se espera que Francisco continúe con su presión para que se tomen medidas. En este sentido, brindará un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y en el mismo viaje hablará ante el Congreso de los Estados Unidos, donde los republicanos se resisten a las iniciativas del presidente Barack Obama para reducir las emisiones de carbono.
Cumbre sobre Cambio Climático
Francia acogerá y presidirá la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015, del 30 de noviembre al 11 de diciembre. Se espera alcanzar un compromiso vinculante internacional para la reducción de los gases de efecto invernadero, incluidas las grandes potencias.
Hay razones para pensar que la Conferencia de París marque un antes y un después en la lucha contra el cambio climático, gracias a la consecución de un compromiso vinculante y definitivo para la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera a partir del año 2020. Hasta esa fecha, estará vigente el aplazamiento que, desde la COP de Copenhague, se hizo al Protocolo de Kyoto, el cual marcaba un recorte en las emisiones de CO2 del 15% para los países firmantes con respecto a lo emitido en 1990.
El Acuerdo universal sobre el cambio climático que se pretende cerrar en París tiene como objetivo principal limitar el aumento de la temperatura global en menos de 2º C.
El autor es Licenciado en Comunicación Social, especializado en temas ambientales.
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Join discussionENCUENTRO SOBRE «ESCLAVITUD MODERNA Y CAMBIO CLIMÁTICO, EL COMPROMISO DE LAS GRANDES CIUDADES»
INTERVENCIÓN DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Aula del Sínodo
Martes 21 de julio de 2015
Buenas tardes, bienvenidos.
Les agradezco sinceramente, de corazón el trabajo que han hecho. Es verdad que todo giraba alrededor del tema del cuidado del ambiente, de esa cultura del cuidado del ambiente. Pero esa cultura del cuidado del ambiente no es una actitud solamente – lo digo en buen sentido- “verde”, no es una actitud “verde”, es mucho más. Es decir, cuidar el ambiente significa una actitud de ecología humana. O sea, no podemos decir: la persona está aquí y el Creato, el ambiente, está allí. La ecología es total, es humana. Eso es lo que quise expresar en la Encíclica “Laudato Si”: que no se puede separar al hombre del resto, hay una relación de incidencia mutua, sea del ambiente sobre la persona, sea de la persona en el modo como trata el ambiente; y también, el efecto de rebote contra el hombre cuando el ambiente es maltratado. Por eso, frente a una pregunta que me hicieron yo dije: “no, no es una encíclica ‘verde’, es una encíclica social”. Porque dentro del entorno social, de la vida social de los hombres, no podemos separar el cuidado del ambiente. Más aun, el cuidado del ambiente es una actitud social, que nos socializa en un sentido o en otro -cada cual le puede poner el valor que quiere- y por otro lado, nos hace recibir – me gusta la expresión italiana cuando hablan del ambiente- del “Creato”, de aquello que nos fue dado como don, o sea, el ambiente.
Por otro lado, ¿por qué esta invitación que me pareció una idea -de la Academia Pontificia de las Ciencias, de monseñor Sánchez Sorondo- muy fecunda, de invitar a los alcaldes, a los síndicos de las grandes ciudades y no tan grandes, pero invitarlos aquí para hablar de esto? Porque una de las cosas que más se nota cuando el ambiente, la Creación, no es cuidada es el crecimiento desmesurado de las ciudades. Es un fenómeno mundial, es como que las cabezas, las grandes ciudades, se hacen grandes pero cada vez con cordones de pobreza y de miseria más grandes, donde la gente sufre los efectos de un descuido del ambiente. En este sentido, está involucrado el fenómeno migratorio. ¿Por qué la gente viene a las grandes ciudades, a los cordones de las grandes ciudades, las villas miseria, las chabolas, las favelas? ¿Por qué arma eso? Simplemente porque ya el mundo rural para ellos no les da oportunidades. Y un punto que está en la encíclica, y con mucho respeto, pero se debe denunciar, es la idolatría de la tecnocracia. La tecnocracia lleva a despojar de trabajo, crea desocupación, los fenómenos desocupatorios son muy grandes y necesitan ir migrando, buscando nuevos horizontes. El gran número de desocupados alerta. No tengo las estadísticas- pero en algunos países de Europa, sobre todo en los jóvenes, la desocupación juvenil, de los 25 años hacia abajo, pasa del 40 por ciento y en algunos llega al 50 por ciento. Entre 40, 47 y –estoy pensando en otro país- 50; estoy pensando en otras estadísticas serias dadas por los jefes de gobierno, los jefes de Estado directamente. Y eso proyectado hacia el futuro nos hace ver un fantasma, o sea, una juventud desocupada que hoy ¿qué horizonte y qué futuro puede ofrecer?, ¿qué le queda a esa juventud? O las adicciones, o el aburrimiento, o el no saber qué hacer de su vida -una vida sin sentido, muy dura-, o el suicidio juvenil – las estadísticas de suicidio juvenil no son publicadas en su totalidad-, o buscar en otros horizontes, aún en proyectos guerrilleros, un ideal de vida.
Por otro lado, la salud está en juego. La cantidad de enfermedades “raras”, así se llaman que vienen de muchos elementos de fertilización de los campos – o vaya a saber, todavía no saben bien las causas-, pero de un exceso de tecnificación. Entre los problemas más grandes que están en juego es el oxígeno y el agua. Es decir, la desertificación de grandes zonas por la deforestación. Acá al lado mío está el cardenal arzobispo encargado de la Amazonia brasilera, él puede decir lo que significa una deforestación hoy día, en la Amazonia, que es el pulmón del mundo, Congo, Amazonia, grandes pulmones del mundo. La deforestación en mi patria hace unos años – hace 8 o 9 años- me acuerdo que hubo del Gobierno Federal a una Provincia, hubo un juicio para detener una deforestación que afectaba a la población. ¿Qué sucede cuando todos estos fenómenos de tecnificación excesiva, de no cuidado del ambiente, además de los fenómenos naturales, inciden sobre la migración? El no haber trabajo, y después la trata de las personas. Cada vez es más común el trabajo en negro, un trabajo sin contrato, un trabajo arreglado debajo de la mesa. ¡Cómo ha crecido! El trabajo en negro es muy grande, lo cual significa que una persona no gana lo suficiente para vivir. Eso puede provocar actitudes delictivas y todo lo que sucede en una gran ciudad por esas migraciones provocadas por la tecnificación excisiva. Sobre todo me refiero al agro o la trata de las personas en el trabajo minero, la esclavitud minera todavía es muy grande y es muy fuerte. Y lo que significa el uso de ciertos elementos de lavado de minerales – arsénico, cianuro- que inciden en enfermedades de la población. En eso hay una responsabilidad muy grande. O sea que todo rebota, todo vuelve. Es el efecto rebote contra la misma persona. Puede ser la trata de personas por el trabajo esclavo, la prostitución, que son fuentes de trabajo para poder sobrevivir hoy día.
Por eso me alegra que ustedes hayan reflexionado sobre estos fenómenos. Yo mencioné algunos, no más, que afectan a las grandes ciudades.
Finalmente, yo diría que sobre esto hay que interesar a las Naciones Unidas. Tengo mucha esperanza en la Cumbre de París, de noviembre, que se logre algún acuerdo fundamental y básico. Tengo mucha esperanza, pero sin embargo, las Naciones Unidas tienen que interesarse muy fuertemente sobre este fenómeno, sobre todo, en la trata de personas provocada por este fenómeno ambiental, la explotación de la gente. Recibí hace un par de meses a una delegación de mujeres de las Naciones Unidas encargadas de la explotación sexual de los niños en los países de guerra. O sea, los niños como objeto de explotación. Es otro fenómeno. Y las guerras son también elemento de desequilibrio del ambiente.
Quisiera terminar con una reflexión que no es mía, es del teólogo y filósofo Romano Guardini. Él habla de dos formas de “incultura”: la incultura que Dios nos entregó para que nosotros la transformáramos en cultura y nos dio el mandato de cuidar, y hacer crecer, y dominar la tierra; y la segunda incultura, cuando el hombre no respeta esa relación con la tierra, no la cuida – es muy claro en el relato bíblico que es una literatura de tipo místico allí-. Cuando no la cuida, el hombre se apodera de esa cultura y la empieza a sacar de cauce. O sea, la incultura: la saca de cauce y se le va de las manos y forma una segunda forma de incultura: la energía atómica es buena, puede ayudar, pero hasta aquí, sino pensemos en Hiroshima y en Nagasaki, o sea ya se crea el desastre y la destrucción, por poner un ejemplo antiguo. Hoy día, en todas las formas de incultura, como las que ustedes han tratado, esa segunda forma de incultura es la que destruye al hombre. Un rabino del medioevo, más o menos de la época de Santo Tomás de Aquino – y quizás alguno de ustedes me lo escuchó- explicaba en un “midrash” el problema de la torre de Babel a sus feligreses en la sinagoga, y decía que construir la torre de Babel llevó mucho tiempo, y llevó mucho trabajo, sobre todo hacer los ladrillos -suponía armar el fango, buscar la paja, amasarla, cortarla, hacerla secar, después ponerla en el horno, cocinarla, o sea que un ladrillo era una joya, valía muchísimo- y lo iban subiendo, al ladrillo, para ir poniendo en la torre. Cuando se caía un ladrillo era un problema muy grave, y el culpable o el que descuidó el trabajo y lo dejó caer, era castigado. Cuando se caía un obrero de los que estaban construyendo no pasaba nada. Este es el drama de la “segunda forma de incultura”: el hombre como creador de incultura y no de cultura. El hombre creador de incultura porque no cuida el ambiente.
Y ¿por qué ésta convocatoria de la Academia Pontificia de las Ciencias a los síndicos, alcaldes, intendentes de las ciudades? Porque ésta conciencia si bien sale del centro hacia las periferias, el trabajo más serio y más profundo, se hace desde la periferia hacia el centro. Es decir, desde ustedes hacia la conciencia de la humanidad. La Santa Sede o tal país, o tal otro, podrán hacer un buen discurso en las Naciones Unidas pero si el trabajo no viene de las periferias hacia el centro, no tiene efecto. De ahí la responsabilidad de los síndicos, de los intendentes, de los alcaldes de las ciudades. Por eso les agradezco muchísimo que se hayan reunido como periferias sumamente serias de este problema. Cada uno de ustedes tiene dentro de su ciudad cosas como las que yo he dicho y que ustedes tienen que gobernar, solucionar, etcétera. Yo les agradezco la colaboración. Me dijo monseñor Sánchez Sorondo que muchos de ustedes han intervenido y que es muy rico todo esto. Les agradezco y pido al Señor que nos dé a todos la gracia de poder tomar conciencia de este problema de destrucción que nosotros mismos estamos llevando adelante al no cuidar la ecología humana, al no tener una conciencia ecológica como las que nos fue dada al principio para transformar la primera incultura en cultura, y frenar ahí, y no transformar esta cultura en incultura.
Muchísimas gracias.