Este artículo publicado en la revista Observatorio Económico Nº 90, 2015, se enmarca dentro del proyecto “Observatorio Latinoamericano de las Finanzas” que se desarrolla en la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile, entre el Centro de Ética y la Facultad de Economía y Negocios.
Hasta antes de la crisis financiera de 2008-2009 la importancia que se le daba a los mercados financieros y en particular al mercado era secundaria. Si bien, los Bancos Centrales mantenían un monitoreo detallado, en la práctica la discusión sobre el diseño de la política monetaria consistía en: baja inflación, limitado rol de la política fiscal y tipo de cambio flexible.
La experiencia de las economías desarrolladas en dicha crisis constituye un insumo clave para evitar que las emergentes repitan estos errores. Las lecciones de política económica, especialmente para Latinoamérica, son diversas e incluyen a las políticas macroeconómicas tradicionales: monetaria, fiscal, cambiaria y de control de flujo de capitales. Sin embargo, la crisis financiera ha dejado al descubierto que los Bancos Centrales y los gobiernos deben implementar nuevas políticas que aseguren la estabilidad del sistema financiero a nivel agregado, es decir, políticas macro prudenciales y un adecuado manejo de la tasa de interés para frenar burbujas especulativas.
Las crisis financieras
No cabe duda de que las burbujas en los mercados de valores han sido causantes de las fluctuaciones económicas en los últimos años. Un ejemplo claro fue el auge de las acciones “punto.com” a finales de la década de los noventa en los Estados Unidos. La agresiva política monetaria de la Reserva Federal de ese país para resolver dicho problema es mencionada por algunos autores como una de las causas de otra burbuja, la del mercado hipotecario. Posteriormente, debido a la caída de los mercados hipotecarios en otros países (España, Reino Unido, etc.) y a la quiebra de Lehman Brothers, se gatilló la recesión internacional de 2008-2009, cuyas consecuencias persisten hasta hoy. Por otra parte, las burbujas en los mercados de valores ocasionaron fuertes expansiones y luego caídas bruscas en estos mercados, y se les asoció al estancamiento económico, como la deflación de Japón.
Tales eventos han producido dudas sobre el desempeño de los mercados de activos y financieros en general. ¿Será necesario estabilizar el precio de los activos financieros para evitar burbujas que provoquen fluctuaciones cíclicas en la economía? Si es así, ¿se deben aumentar los costos de las transacciones financieras?, ¿se necesita intervención directa del gobierno para evitar precios excesivos en los activos?, ¿deberían los Bancos Centrales incorporar los excesos del precio de los activos en sus funciones de reacción?
Todos estos cuestionamientos eran impensados hace una década. Ya que existía una alta credibilidad sobre el funcionamiento de los mercados financieros, que llevó a especular que la paulatina autorregulación de los agentes económicos, más la prudencia fiscal y el fuerte compromiso antiinflacionario de los Bancos Centrales era suficiente para obtener la estabilidad macroeconómica necesaria para el crecimiento. Sin embargo, la crisis financiera internacional de 2008-2009 y en especial su impacto sobre el sector real de la economía, ha obligado a una revisión de este tema, provocando la aparición de propuestas para reducir los riesgos.
Por último, en atención a que los principales eventos han ocurrido en los países desarrollados, la literatura económica y el análisis de los expertos ha centrado las consecuencias de las crisis financieras sólo en estos países, dejando en un segundo plano las consecuencias sobre las economías en los emergentes.
La propuesta es analizar la crisis financiera actual pero desde una perspectiva de las economías latinoamericanas para responder preguntas claves para la región.
Las lecciones desde el Norte
En política económica una de las lecciones de los países desarrollados es que en una crisis financiera la habilidad del Banco Central para sacar la economía de una recesión es limitada. En efecto, el Banco Central ya no puede conseguir tan fácilmente un mayor nivel de actividad reduciendo la tasa de interés: este mecanismo se resquebraja por la falta de confianza del sistema financiero en las empresas y las familias. Una lección para Latinoamérica es que en presencia de una crisis financiera, la política monetaria debe actuar rápido, ya que una vez instalada la crisis, el poder de esta política decae.
La crisis financiera de 2008 ha dejado claro que la estabilidad de la inflación no es suficiente para garantizar la estabilidad de la actividad económica. En el período de calma conocido como la “Gran Moderación” (previo a la crisis del 2008), los desequilibrios sectoriales y riesgos financieros fueron creciendo persistentemente hasta producir la crisis financiera. Por lo expuesto, la política económica debe incluir medidas preventivas para asegurar la estabilidad financiera que eviten un exceso de apalancamiento, de crédito o burbujas en los precios de los activos. El problema es que las políticas macro prudenciales aún son nuevas y se desconoce su real alcance.
En una crisis financiera con una política monetaria debilitada y con un sistema financiero colapsado, una opción de política es aumentar el gasto público para sostener la demanda agregada y evitar que la crisis se transforme en una gran depresión. Al respecto, una clara lección para los países latinoamericanos es que los gobiernos deben tener reglas fiscales que impulsen su propio ahorro en tiempos de expansión para usarlos en los tiempos de crisis. De esta forma, los niveles de deuda pública antes de una crisis financiera serán bajos y los gobiernos tendrán la holgura para aumentar el gasto y sostener la demanda agregada.
Una lección adicional de la actual crisis es que deben evitar las fuertes fluctuaciones del tipo de cambio por sus nocivos efectos sobre el sector real de la economía. Parece ser que cuando la crisis ocurre en otro país o área geográfica se evita una caída excesiva del precio del dólar por la entrada abrupta de capitales. Sin embargo, cuando la crisis ocurre en el propio país, debería dejarse que la moneda se deprecie para que la economía vuelva a su tasa de crecimiento potencial.
Carlos J. García es Ph.D en Economía, Universidad de California.
Andrés Suárez es Magíster en Gerencia Pública, Universidad de Santiago de Chile.