Este año se celebra el XXV aniversario de la reunificación alemana. El texto se enmarca en el alto significado de ese aniversario para Alemania, motor de la economía actual de Europa, y para todos aquellos países cuyo ordenamiento constitucional comparte los mismos valores de la Ley Fundamental germana de 1949. La intención es subrayar la compatibilidad de la economía de mercado con la sensibilidad social.
“Los que dedican su atención a problemas de distribución cometen siempre el error de querer distribuir más de lo que la economía nacional está en condiciones de hacer en proporción a su productividad”.
Ludwig Erhard, padre del milagro alemán, Bienestar para todos, 1957.
¿Por qué Alemania fue dos veces precursora de la sensibilidad social con economía de mercado? Porque en dos ocasiones, durante la segunda mitad del siglo XIX y en la segunda mitad del XX, demostró que esa compatibilidad, discutida cuando no directamente anatematizada, es posible. El descreimiento de esa compatibilidad suele fundarse más en el aferramiento ideológico que en un examen empírico de la realidad.
La primera vez que la atención a las cuestiones sociales ingresó en lo que hoy sería la prehistoria del Estado de Bienestar fue en Alemania. No en una Alemania gobernada en el siglo XX por la socialdemocracia sino en la de 1883 a 1889, a cuyo frente se hallaba el “Canciller de Hierro”, Otto von Bismarck. Era un estadista conservador, un junker de la más rancia nobleza germana de la tierra. Lo que hoy, aquí, algunos podrían llamar un genuino representante de la derecha terrateniente. Bismarck no introdujo el Estado de Bienestar ni las conquistas sociales como se conocen hoy, pero fue el precursor.
Es verdad que las luchas por las reivindicaciones obreras y la justicia social, en la Europa del siglo XIX, no encontraban en el Canciller de Hierro a un abanderado emblemático de toda la vida. Los acontecimientos sociales que transitaba Alemania desde la revolución industrial, signada por la miseria y el descontento de los trabajadores, no eran desconocidos por Bismarck. Pero esa realidad unida a la triple presión intelectual de la nobleza territorial, los líderes católicos y los socialistas hizo que el canciller se ocupara de las cuestiones sociales. Ya en 1863, seguramente por influencia de Ferdinando Lasalle, socialista no marxista con quien Bismarck mantenía comunicación epistolar, el canciller solicitó que se hiciera un serio examen de estas cuestiones y creó una comisión que discutiera el problema del trabajo y asuntos conexos. Pero Bismarck, justo es recordarlo, era también un maestro del cálculo y el aprovechamiento de la oportunidad. Como dice Antonio Ramos-Oliveira, “de aquella comunicación se desprende que estando el canciller prusiano en guerra con los progresistas, pidió a Lasalle que fuera a verle en mayo de 1863 ‘para examinar la cuestión de la clase obrera’. Bismarck quería contar con los obreros para dar batalla a los liberales de izquierda, a quienes detestaba, y el líder socialista no tenía escrúpulos en aliarse con el canciller”.
Alegó Bismarck, para justificar su interés en estas mejoras, que el gobierno de Prusia Oriental había ingresado en estado de emergencia. Además había expresado en varias oportunidades que se sentía inclinado a compensar los esfuerzos de los trabajadores. El tratamiento de estos asuntos por parte de aquella comisión preparó el terreno para que en noviembre de 1881 el Kaiser Guillermo anunciara al Reichstag la puesta en marcha de una política social, a pesar de las escasas simpatías del Parlamento alemán. En su mensaje, el emperador expresaba que “en febrero del presente año manifestamos nuestro convencimiento de que la solución de los problemas sociales no debía buscarse exclusivamente por la vía de la represión de los excesos socialdemócratas, sino por la vía más correcta de la promoción positiva del bienestar de los trabajadores. Lo consideramos como nuestro deber imperial y recomendamos de nuevo encarecidamente al Reichstag esta tarea, y miraríamos con mayor tranquilidad hacia los resultados, con los que Dios ha bendecido visiblemente nuestro gobierno, si un día pudiéramos tener la conciencia de dejar a la patria una nueva y duradera garantía de su paz interior y a los necesitados una mayor seguridad y actividad de la asistencia a la cual tienen derecho”.
Ello condujo luego a la sanción de tres leyes sociales que representan, hasta hoy, la base del Sistema de Seguridad Social Universal: el seguro contra enfermedad en 1883; el seguro contra accidentes de trabajo en 1884; y el seguro contra la invalidez y la vejez en 1889. Los resultados de la aplicación de esas leyes fueron tan eficaces para disminuir la pobreza, mejorar la salud, generar bienestar y fortalecer la economía que pronto se extendieron a toda Europa y más tarde a otras partes del mundo.
Alemania brindó un segundo ejemplo histórico de convivencia de la economía de mercado con la sensibilidad social a mediados del siglo XX. Destruida por su aplastante derrota en la Segunda Guerra Mundial, fue un gobierno demócrata-cristiano, del mismo partido de centro-derecha de la actual canciller federal Angela Merkel, el que sentó las bases del llamado “milagro alemán” de posguerra. Los fundamentos de la que se llamó Economía Social de Mercado y que condujo a la recuperación alemana se deben al esfuerzo e ideas del economista Ludwig Erhard, apoyado por el canciller federal Konrad Adenauer, a quien sucedería en 1963. Según un trabajo de la Fundación Hans Seidel, allegada al Partido Socialcristiano de Baviera, Erhard había hecho circular varios escritos económicos en secreto, durante la guerra. Uno de ellos, denominado “Memorandum Secreto”, contenía los principios básicos que debían instrumentarse en la etapa de reconstrucción: “El objetivo supremo es una economía de libre mercado basada en el esfuerzo y la destreza individual y en sus reglas de autorregulación […] La tarea del Estado no es manejar la economía, sino proveer el marco legal e institucional necesario para que funcione apropiadamente el Estado de Derecho. Definir el rol del Estado será uno de los más importantes problemas de la economía de posguerra.
Erhard no estaba solo en Alemania con sus preocupaciones e ideas. Quien acuñó la “economía social de mercado” fue el economista Alfred Müller-Armack, viceministro de Erhard al frente de la economía. Según el citado trabajo de la Fundación Seidel, fue en 1946 cuando Müller-Armack afirmaba que estaban agotadas la pura economía liberal de mercado así como la economía dirigida, por lo que hacía falta una síntesis político-económica: “Empleamos el nombre de ‘economía social de mercado’ para designar esta tercera forma político-económica […] La economía de mercado nos parece indispensable como armazón del orden económico futuro; sólo que éste no debe ser una economía liberal de mercado abandonada a sí misma sino una economía de mercado orientada conscientemente y en el preciso sentido de la dirección social”.
Los economistas alemanes que compartían las preocupaciones de Erhard y Müller-Armack observaban ciertos defectos del capitalismo liberal del siglo XIX, como ser, según la publicación, “la creación de grandes monopolios y cárteles que generaban un abuso del poder privado de las empresas sobre los individuos, el surgimiento peligroso de diferencias significativas en términos de ingresos y patrimonios entre individuos y grupos de la sociedad, el congestionamiento de las ciudades como resultado del crecimiento de las grandes industrias y fábricas y ciertos cambios negativos que la nueva forma de vida industrial había generado en las relaciones familiares y tradiciones de la comunidad”. Proponían cambiar también ese estado de cosas a fin de modificar algunos “aspectos degenerativos del capitalismo”. El Plan Marshall, con su aporte de 13.000 millones de dólares entre 1947 y 1952, significó una inyección de fondos indispensable para los planes de Erhard. Pero la historia económica demuestra que los voluminosos aportes financieros no siempre bastan cuando la dirección elegida es incorrecta.
Según la publicación, de 1947 a 1948 “la producción industrial creció un 45% en 1948 y en los cinco años siguientes, 1949-1953, esa tasa de crecimiento promedió el 20% anual; el producto real per cápita aumentó a una tasa promedio de 8% anual y los salarios se incrementaron a una tasa del 9% anual […] En septiembre de 1948 había en Alemania casi 13,5 millones de ocupados y nueve años después, para septiembre de 1959, eran casi 20 millones”. No creo necesario transcribir aquí las cifras de la economía alemana del presente ni su rol en Europa y en el mundo.
Corolario: la sensibilidad social no es patrimonio exclusivo de la izquierda ni del populismo. Ni una cosa ni la otra eran Bismarck a fines del siglo XIX ni Erhard a mediados del siglo XX. Alemania demostró dos veces que la atención a la cuestión social es compatible con la iniciativa privada y el esfuerzo personal.
[1] RAMOS-OLIVEIRA, Antonio (1973), Historia social y política de Alemania, Vol. I, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 233-234.
[1] Kaiser Wilhelms des Grossen, Briefe, Reden und Schriften II Band: 1861-1888, Berlin, Ernst Siegfried Mittler und Sohn (1906), 3ª Ed., p. 383. En: GOMEZ DE PEDRO, María Esther (2001), El Estado del Bienestar. Presupuestos éticos y políticos, tesis doctoral de la Universidad de Barcelona, p. 224.
[1] ZWEIG, Konrad (1980), The origins of the German Social Market Economy, Adam Smith Institute, pp. 15-16. En: Economía Social de Mercado y la experiencia alemana de posguerra: lecciones para la Argentina actual (2013), Programa de Asesoría Parlamentaria de la Fundación Nuevas Generaciones en cooperación con la Fundación Hans Seidel, pp. 75-93
[1] Ibidem, p. 78
El autor es diplomático
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Join discussionAlemania precursora en europa del dios dinero fmi,economía que mata a los pueblos y al planeta y QUE NO VA MÁS.
2 siglos en que hicimos las cosas mal Lautato si