La marcha de la economía se afirma en 2015 sobre las tendencias recientes. La actividad económica viene de tres años de estancamiento de mediano plazo, donde el crecimiento promedio ha sido casi nulo. El año 2015 no parece escapar de la tendencia, ceteris paribus la actual política económica que, de alguna manera, tiene puesto el piloto automático desde marzo del año pasado, con señales estables para el corto plazo, pero condicionantes para 2016 desde lo macroeconómico.
La inercia muestra un consumo privado mantenido en algunos segmentos y que en 2015 tendría una inflación inferior a la del año pasado. Las paritarias se observan con valores elevados, más típicos de año electoral, con muchos gobernantes que buscan ser elegidos: se puede prever una recuperación del poder de compra del salario. En la inversión, luego de la caída de 2014, no caben dudas de que, una vez más, un año electoral anticipa mayores gastos del sector público. Con apenas poco, este año sería algo mejor que el anterior. Los consensos no esperan nuevas crisis macroeconómicas en 2015. Pero la herencia incluirá nada menos que un déficit fiscal elevado y déficit de balanza de pagos. También existen expectativas muy superiores para 2016. ¿Qué sustento tienen estas expectativas?
Los candidatos y sus propuestas económicas
Por un lado, los mercados descuentan que con el nuevo gobierno la economía repuntará. En principio, los tres candidatos con más chances de ganar la presidencia son más amigables con el mercado que la gestión actual. Tanto por trayectoria como por formación de equipos económicos, unos más, otros menos, los tres se ubican en un espectro más favorable a la actividad privada y a los mercados, incluso los internacionales.
En este sentido, el precio de los bonos argentinos sigue repuntando, pese al contexto de default parcial, el fallo del juez Griesa y las iniciativas al respecto del Ministerio de Economía, reacio a un acuerdo con los holdouts. Por un lado, se espera un cambio drástico en lo económico, un giro market friendly. Luego, el nuevo gobierno seguramente va a arreglar con los holdouts pues necesita acceder al financiamiento externo. Y finalmente, el solo cambio de gobierno “asegura” mejores expectativas.
En este sentido, las dos primeras conjeturas pueden ser más o menos ciertas. La última, quedará por verse. Sobre todo si el candidato ganador cree que su imagen y persona alcanzan para generar gobernabilidad. No se sabe si el nuevo gobierno controlará el Congreso, no se conoce el poder político que retendrá el actual oficialismo (si fuera primera minoría en el Congreso controlará la Auditoría General de la Nación y tendrá relevancia en el Consejo de la Magistratura, por ejemplo). Y, sobre todo, si cree que con su imagen puede generar confianza en la economía, sin hacer todas las correcciones imprescindibles –que implican costos políticos de corto plazo– para volver a crecer y generar empleo privado de calidad. Por ejemplo, ¿qué tratamiento se aplicará a la inflación: gradualismo o shock? Pues una inflación elevada es de difícil resolución con medidas muy graduales. ¿Qué hará con el atraso cambiario, se implementará una devaluación para recuperar competitividad y licuar gasto público –como se hizo siempre en la historia argentina–, en lugar de bajar el gasto? ¿Esa devaluación va a ir a precios?, ¿cómo se piensa evitar esto? ¿Se va a reducir el gasto público récord, que implica una presión tributaria récord? ¿Habrá una eliminación o reducción de impuestos muy distorsivos para la producción, como las retenciones al agro, o se mantendrán por motivos varios? ¿Va a corregir las tarifas metropolitanas de servicios públicos gradualmente y eliminar los subsidios a la oferta? ¿Esta graduación asegurará la inversión en cantidades necesarias para recuperar el stock de capital?, ¿o sería mejor un shock? ¿Cómo se implementarán los subsidios sociales de tarifas a la demanda, es decir, a los más pobres?
Es claro que ningún candidato ni nadie de su equipo económico anticipará en campaña lo que hará con todo este desafío, como suele ocurrir en las campañas electorales de la Argentina. Las señales que transmiten son de confianza, pero es lícito tener dudas acerca de las futuras convicciones para encarar reformas que lucen imprescindibles, pero, a la vez, buena parte de la población no las considera necesarias. Es claro que no hay consensos totales para bajar el gasto público, o que la eliminación de los subsidios al transporte o energía sea un costo indeseado, y que el aparente bienestar y capacidad de consumo actual no quieren ser canjeados por nuevos experimentos macroeconómicos. La política social ha tenido activos como la Asignación Universal por Hijo, y es claro que ha mejorado la situación de muchos carecientes, que acceden a beneficios sociales amplios, de valoración disímil, desde la AUH hasta el Fútbol para Todos.
Otra restricción seria puede llegar a ser el contexto internacional. El dólar fuerte y los actuales precios de los commodities auguran tendencias poco favorables. Los mercados descuentan que la Fed (Reserva Federal de los Estados Unidos) va a comenzar a subir la tasa a mediados de año, y el rendimiento de los bonos de Estados Unidos ya es muy atractivo. Otra súper cosecha en el país del norte avecina techos a los precios de los commodities. Todo esto implica menos comercio global, menos capitales a los emergentes, suba de tasa de interés internacional y menores precios para la canasta de bienes argentinos de exportación. Además, una postergación de Vaca Muerta, poco viable a estos precios internacionales del crudo, y mayores problemas para revertir el desbalance energético, pues muchos yacimientos argentinos no serán atractivos a estos precios.
No debe olvidarse que en la historia argentina, un contexto de dólar fuerte implicó bajo crecimiento, cuando no recesión ̶ por ejemplo en los ’80 o a comienzos de ’2000 ̶ , ya que la política argentina suele relativizarlo. Así, el panorama para América Latina indica que se acabó el viento de cola. Los países del Mercosur enfrentan las perspectivas más inciertas: la Argentina y Brasil con estancamiento o recesión, y Venezuela con una crisis socio-económica de magnitud.
Este es otro tema que los candidatos ignoran en sus declaraciones, pues la lectura de la política y la economía en la Argentina suele ser autoreferencial, y no desde la integración al mundo. Otro interrogante, no menor, de cara a 2016. El futuro dependerá, básicamente, de las decisiones propias de la nueva Administración.