A partir del debate suscitado en la web de Criterio en torno al artículo «¿Prohibió Jesús el divorcio?”, de Ariel Álvarez Valdés, fue solicitado un nuevo aporte a otro experto en la materia.Cuando Israel comprendió que toda su existencia estaba involucrada en la alianza, el matrimonio asumió rasgos religiosos. Los profetas utilizaron la imagen matrimonial para describir la alianza de YHWH con Israel (Oseas; Ezq 16,8; etc.), más tarde se endureció la prohibición de contraer matrimonio con mujeres paganas, fue desapareciendo la poligamia y el matrimonio monogámico se aceptó como normal y recomendable.
Israel, en sus orígenes, no dio al matrimonio un aspecto religioso especial, sino que lo asumió tal como existía en los pueblos vecinos. La legislación lo suponía como una institución ya existente, heredada desde los tiempos más remotos, con sus propias características.
San Pablo es el testigo más antiguo de las enseñanzas de Jesús acerca del matrimonio. Dirigiéndose a los casados y apelando a la autoridad de Jesús (“no lo ordeno yo, sino el Señor”), les dice: “…que la mujer no se separe de su marido… y que el marido no se divorcie de su mujer… y si la mujer se ha separado, que no vuelva a casarse o que se
reconcilie con su marido” (1Cor 7,10-11). Esta norma parece cerrar el camino a cualquier intento de flexibilización. No obstante, el Apóstol admite que una excepción a esa regla no contradice la voluntad de Jesucristo. Al referirse a paganos convertidos al cristianismo cuyo cónyuge, por permanecer en el paganismo, se niega a seguir conviviendo y se separa –hace la aclaración: “lo digo yo, no el Señor” (v.12) –, dice que el cónyuge cristiano “ya no está obligado” (v.15). Habría aquí un caso de verdadero divorcio, y así lo ha entendido la Iglesia, que lo llama “privilegio paulino” (CDC 1143).
Siguiendo la línea comenzada en el Antiguo Testamento, san Pablo recurrió a la imagen matrimonial para describir la unión de Cristo con la comunidad cristiana (2 Cor 11,2). Años más tarde, un discípulo de Pablo desarrolló esta idea en una exégesis de tipo alejandrino: el hombre y la mujer del relato de la creación, que “serán una sola carne” (Gen 2,24), son Cristo y la Iglesia, y a su vez, la unión de Cristo con la Iglesia ofrece el modelo de amor con el que se deben unir y amar los esposos cristianos (Ef 5,25-33). De este texto partió la Iglesia para desarrollar la doctrina del sacramento del matrimonio. La imagen se vuelve a presentar en las visiones del Apocalipsis (Apc 19,7; 21,9; 22,17). Los evangelios de Mateo y Marcos conservan un diálogo sobre el divorcio entre Jesús y los fariseos, y los tres evangelios sinópticos recogen un dicho del Señor sobre la situación del divorciado que se vuelve a casar.
El evangelio de Marcos representa la enseñanza de la iglesia de Roma y responde a las inquietudes de los cristianos que vivían en aquel ambiente pagano. Por eso, según este evangelio, los fariseos aparecen preguntando si es lícito repudiar a la mujer (Mc 10,2). La Ley de Moisés supone que existe el divorcio, ya que ordena entregar un documento a la mujer repudiada (Dt 24,1). En efecto, el esposo, al repudiar a su mujer, para evitar que esta sea condenada a muerte como adúltera (Dt 22,22) si se une a otro hombre, debe entregarle un documento en el que conste la disolución del matrimonio. Jesús respondió dejando de lado la permisión de Moisés y remontándose a la intención de Dios en la creación: el Creador estableció la diferencia de los sexos e instituyó el matrimonio, de tal manera que “ya no son dos sino una sola carne” (Gen 1,27; 2,24). Jesús no fundó la indisolubilidad en el aspecto sacramental del matrimonio, sino en la voluntad de Dios en la creación, que es válida para toda la humanidad. En consecuencia, ningún ser humano tiene facultades para separar lo que Dios ha unido (Mc 10,2-9).
A continuación, Marcos añade el dicho de Jesús sobre la situación del que se divorcia de su mujer y se casa con otra (Mc 10,11-12). El dicho aparece también en Lc 16,18. Atendiendo a que la ley romana permitía a la mujer tener la iniciativa del divorcio, Marcos agrega que lo mismo se aplica a la mujer que se separa de su marido y se casa con otro. La frase de Jesús es lapidaria: el nuevo matrimonio de los divorciados, tanto varón como mujer, contradice la voluntad original del Creador. La nueva unión es considerada un “adulterio” porque los contrayentes quedaron unidos para siempre por Aquel que no concedió a nadie la facultad de hacer una separación.
El evangelio de Mateo, dirigido a una comunidad de origen judeo-cristiano, presenta el diálogo de Jesús con los fariseos con un enfoque diferente. El Antiguo Testamento, al determinar que el repudio debe quedar consignado en un documento, dice: “si un hombre… encuentra en su mujer algo que le desagrada…” (Dt 24,1). Los maestros judíos intentaban dar mayor precisión a esta expresión vaga y ambigua, y daban diferentes interpretaciones, unas más rigurosas, otras más laxas. En tiempos de Jesús dominaba la interpretación “laxista”. Por eso los fariseos preguntan a Jesús: “¿Puede uno repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mt 19,3). No cuestionan la existencia del divorcio, sino que enredados en una discusión sobre este problema, piden la opinión de Jesús sobre las causales de divorcio.
En el evangelio de Mateo el diálogo posterior y la respuesta de Jesús, que no difieren de Marcos, se deben leer como respuesta a la pregunta planteada al comienzo. Mientras la Ley de Moisés y los maestros judíos trataban de resolver los fracasos producidos en la vida matrimonial de una humanidad que vivía bajo el peso del pecado y se cuestionaban sobre los motivos que pueden existir para divorciarse, Jesús orienta a sus discípulos para que levanten su mirada y se ajusten a la voluntad inicial de Dios. La palabra de Jesús no es “¿Qué hacer cuando se fracasa?”, sino “¿Cómo encarar el matrimonio?”.
El dicho de Jesús sobre la situación del divorciado que se vuelve a casar (Mc 10,11-12 y Lc 16,18) se encuentra dos veces en el evangelio de Mateo (Mt 5,23 y 19,9). En ambas el evangelista introduce una cláusula ausente en Marcos y Lucas: el que repudia a su mujer “no por porneia”. Se ha debatido sobre el sentido de esta expresión y muchos trataron de traducirla de modo que coincida con la prohibición del divorcio. Pero estas interpretaciones fuerzan el texto o no hacen justicia al contexto. Los mejores intérpretes opinan que el evangelista Mateo entiende –como la más rigurosa de las escuelas rabínicas– que el adulterio de la mujer disuelve el matrimonio. De modo que si su esposo vuelve a casarse después de repudiarla, ya no comete adulterio.
A continuación del diálogo con los fariseos, Mateo introduce otro, esta vez entre Jesús y sus discípulos. Estos, al oír las exigencias de Jesús sobre la situación de los divorciados, exclaman que entonces es mejor no casarse. Jesús responde que “no todos entienden esto sino aquellos a los que se les concede” (19,10-11). Se plantea un interrogante: ¿A qué se refiere Jesús cuando dice que “no todos entienden esto”? ¿Se refiere a lo que dicen los discípulos (“mejor no casarse”)? ¿O se refiere a su última frase, sobre la situación de los divorciados que no deben casarse otra vez? Hay comentaristas a favor de uno u otro sentido: si se refiere a la frase de los discípulos, no todos entienden la opción por el celibato sino aquellos a quienes se les concede, es un don. Pero si se refiere a la frase que ha dicho el mismo Jesús, no todos entienden la indisolubilidad del matrimonio sino aquellos a quienes se les concede: también es un don. Muchas consecuencias siguen a la opción que se asuma.
La posición de Mateo parece contradictoria, pero en realidad se mueve en dos planos que es necesario distinguir: por una parte proclama que el Reino de Dios ya irrumpió en este mundo, y en consecuencia rige una nueva forma de obrar y vivir. En el Sermón de la Montaña (caps. 5-7) describe la “justicia mayor que la de los escribas y fariseos” (5,20) que debe caracterizar a los discípulos de Jesús. Dentro de la moral para esa época del Reino, se encuentra el dicho de Jesús sobre la prohibición del divorcio (5,32), no enojarse con el hermano (5,22), no mirar con malos deseos a una mujer (5,28), no jurar nunca (5,34), poner la otra mejilla (5,39), amar a los enemigos (5,44), ser perfectos como el Padre celestial (5,48). De esta forma, Jesús señala la meta hacia la que deben tender siempre sus discípulos.
Pero en otro plano, el evangelio de Mateo reconoce que aunque el Reino esté presente, aún no llegó a su plenitud; debe desarrollarse como el grano de mostaza (13,31-32), como la levadura (13,33). Los cristianos ya participan del Reino, pero todavía son pecadores, no pueden cumplir a la perfección todo lo enseñado por Jesús y viven en condiciones en las que deben reconciliarse con el hermano (5,24), perdonar sus ofensas (18,21-22.35), pedir perdón por los pecados (6,12.14). Todavía se los debe exhortar para que no hagan ostentación de piedad (6,1-8) ni imiten a algunos escribas y fariseos (23,3).
El cristiano que se empeña en seguir la enseñanza de Jesús debe excluir de su horizonte la idea del divorcio, pero estando en camino hacia la plenitud del Reino, todavía encontrará tropiezos, entre los que está la posibilidad del fracaso en el matrimonio. San Mateo, al mismo tiempo que mantenía con firmeza la norma expresada por Jesús, reconoció que no se contradice la voluntad del Señor al admitir una excepción a la norma que excluye el divorcio. Lo mismo había hecho san Pablo; muchos Padres y concilios particulares de la Iglesia siguieron esta misma línea y entrevieron excepciones a la rígida norma de la exclusión del divorcio. La Iglesia mantuvo en su legislación el “privilegio paulino”, y añadió el “privilegio petrino”.
Sólo a la Iglesia, en su actitud pastoral, le corresponde evaluar y discernir cuáles podrán ser las excepciones que admita la norma dada por Jesús, y cuál es la actitud que deberá asumir con los divorciados que han vuelto a establecer una unión.
El autor es licenciado en Teología por la Universidad Católica Argentina y en Exégesis bíblica por la Pontificia Commissio de Re Biblica del Vaticano y docente de Sagradas Escrituras en la Facultad de Teología de la UCA.
Algunas costumbres de los tiempos bíblicos chocan con la sensibilidad actual. Los matrimonios eran concertados por los padres de los contrayentes, y no se pedía el acuerdo de la joven pareja, se admitía la poligamia (2 Sam 5,13; 1 Re 11,1-3; etc.), la mujer no tenía posibilidad de elegir esposo y a ella no se le solicitaba consentimiento (Tob 7,12), podía ser repudiada sin que se le pidiera la opinión ni tuviera derecho a solicitar la separación de su marido (Dt 24,1), si él moría sin tener hijos estaba obligada a recibir como esposo a su cuñado (Dt 25,5).
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Join discussionYo sé que existe un tribunal en La Iglesia para saber si existieron los requerimientos necesarios para que haya habido matrimonio,no para aceptar un divorcio,además se olvida que San Pablo en Efesios compara el matrimonio sacramental como la unidad que existe entre Cristo y La Iglesia,o sea si la Iglesia permite el divorcio permitiría la división divorcio entre su cabeza Cristo y el cuerpo la Iglesia,si existe el divorcio entonces Cristo o la Iglesia se pueden divorciar dividir entre sí¡ABSURDO!
Muy buen artículo del padre Luis H. Rivas.
Como se aclara al final del mismo, muchas costumbres de los tiempos bíblicos eran totalmente diferentes a lo que se vive actualmente como «normal». El concepto de familia, de mujer (antes totalmente sometida y dependiente del marido por su condición de inferioridad social y jurídica), del matrimonio (antes polígamo), del trabajo, etc., nos hacen pensar en una necesidad imperiosa de adaptar el siempre perenne mensaje de Cristo a la infinita gama de situaciones actuales.
Así como las primeras comunidades aceptaron ciertas «excepciones» a estos preceptos del Señor relacionados con la indisolubilidad del matrimonio y las llevaron a la práctica, así también en nuestras comunidades debería practicarse un más profundo discernimiento sobre cada situación en particular.
Y ello tanto de parte de los cristianos, que en razón de su madurez tiene el deber y el derecho de resolver sus conflictos de acuerdo con su conciencia, como de los pastores que los acompañan, que tienen la obligación de analizar los matices de cada situación particular, no contentándose con aplicar las normativas generales a todos los casos, sino intentando caminos alternativos de solución a las situaciones de dolor y frustración que acompañan a quienes tienen que pasar por una situación de divorcio, muchas veces obligados por el otro cónyuge.
La misericordia y la compasión deben primar a la hora de juzgar y acompañar a nuestros hermanos divorciados, no haciendo pesar más de la cuenta, por nuestra rigidez a la hora de aplicar ciertas normas, la cruz que la mayoría de ellos ya llevan sobre sus hombros.
Saludos cordiales,
Graciela Moranchel
Profesora y Licenciada en Teología Dogmática
La verdad que este escrito del P. Rivas, en sus análisis coincide con lo presentado en el artículo de Álvarez Valdés, siendo la única diferencia su final, cuando cita que sólo a la Iglesia, en su actitud pastoral, le corresponde evaluar y discernir cuáles podrán ser las excepciones que admita la norma dada por Jesús, y cuál es la actitud que deberá asumir con los divorciados que han vuelto a establecer una unión.
Ya que en el primer artículo de este tema, el autor tiene una visión e interpretación evangélica más abierta y liberadora, ya que de su lectura quitaba el dramatismo que tan especial tema provoca en quienes lo vivencian. No se atenía tanto a los criterios de la «iglesia jerárquica», que estaría dirimiendo sobre cuestiones tan íntimas y personales como pueden ser las matrimoniales, y cuyas interpretaciones no siempre van acordes a los tiempos que corren ni a las personas por las cuales dirimen (casos de monarcas a los que les permitían los divorcios, etc.). Creo que Jesús, con la gran misericordia que tenía y tiene, siempre se pone del lado del más débil, del que sufre. Y no permitiría que en una situación de dolor, como muchas veces son las que llevan a un matrimonio al divorcio, se señale que, cuando ya no hay amor, se continúe así. Es prolongar un dolor ante un vínculo que resulta inviable para los componentes de la pareja.
Coincido plenamente con la opinión de Graciela Moranchel.
Los católicos ignorantes o paganos bautizados debemos conocer mejor nuestra FE, pues un católico ignorante es un futuro protestante, y lo que hacemos es protestar!! Y en esta revista lo que hacen es protestar!! Este artículo en primer lugar miente al decir que aquí se trata de otra opinión diferente, es la misma opinión con otro nombre.
Ante todo deben decidir si creen en el Espíritu Santo, o creen que es una fuerza eléctrica como los testigos de Jehova. Pues si creen no puedo entender cómo toda la iglesia está equivocada mientras tenemos la suerte de tener una línea directa con el cielo aquí en Santiago del Estero.
Señores teógolos y teólogas, ¿saben qué es un sacramento? ¿Saben quién pone el “sello” en el sacramento? ¿Saben que cada sacramento tiene un símbolo o signo “visible” para que nosotros lo identifiquemos, pero un sello invisible a nuestros ojos y anotado por Dios? Obviamente que lo saben pero no lo creen y si no lo creen no creen en el Espíritu Santo. ¿Por qué no se hacen protestantes, por qué insisten en hacer a la Iglesia Católica protestante? Y ustedes saben que ese pecado es lo que no se perdona pues no hay cómo pedir perdón. Si se tiene la tentación de descalificar el sacramento ya no tiene sentido el debate pues dejan de ser católicos.
Un sacramento es un sello indisoluble pues lo selló Dios. Los símbolos son como la lapicera en un contrato entre nosotros y Dios, así como el agua derramada sobre nuestra cabeza es nuestro signo visible de que se consumó el Bautismo, el aceite lo es para la confirmación, comer el pan y el vino lo son para la eucaristía (cuerpo, sangre, alma y divinidad), la consumación lo es para el matrimonio. Si no hay consumación dentro de la pareja no hay sello, aunque el cura los haya bendecido.
Sólo la Iglesia en su conjunto y el primado pueden llegar a decir y contando con discernimiento si un sacramento fue válido al momento de tomarlo, y es tarea muy difícil. No se puede quitar un sello, sólo se puede decir y con mucho estudio si alguna alianza no se selló.
Tú puedes casarte y divorciarte, pero no puedes pedirle a la iglesia que te “des-bautise” pues no podrá, no puedes pedirle que te “des-confirme” pues no podrá, entonces no puedes pedirle que te “des-matrimonise” (palabra inventada) pues no podrá. Lo único que puede decir es si aparentemente fue inválido el sacramento al momento de recibirse. Como lo dijo el Papa, “no es que no queramos, sino que no podemos”. ¿Quién se atreve a ir en contra de la palabra de Nuestro Señor Jesús?
En todos estos comentarios hay sembrada mala saña y con la intención de hacer que los católicos renieguen de su Iglesia y de Roma y hay mucha mentira pues nada mencionan de cómo y por qué surgió la Iglesia anglicana, justamente porque un Papa no concedió divorcio a un rey. Por otro lado, se llega hasta escandalizar , diciendo que “Hasta hubo Papas que autorizaron el divorcio y nuevo casamiento, como Inocencio I (siglo V), quien lo permitía ante el adulterio de la mujer; y san Gregorio II (siglo VIII), que lo consentía si la esposa estaba enferma.” Obviamente le pegan muy duro a los papas porque tampoco creen en la infabilidad papal, pues insisto, no son católicos, pues no lo demuestran, eso no es ser críticos o tener criterio, eso es no tener FE.
Respecto a Inocencio I, “Epist ad Exsuper”, c. vi, n. 12 (P.L., XX, 500): “Su diligencia ha preguntado acerca de aquellos, también, que, por medio de un acto de separación, han contraído otro matrimonio. Es claro que ellos son adúlteros por ambos lados”. Compárese también con «Epist. ad Vict. Rothom.», xiii, 15, (P.L., XX, 479): “Con relación a todos los casos la regla que se mantiene es que quienquiera que se case con otro hombre, mientras su esposo aún está vivo, debe considerarse como adúltera, y debe mantenerse sin poder hacer penitencia a menos que uno de los hombres muera”.
También hay mucha mentira al hablar de los concilios. Los sínodos de todos las centurias, y más claramente los decretos de los papas, han declarado constantemente que el divorcio que anula el matrimonio y permite volver a casarse nunca fue permitido. El Sínodo de Elvira (300 D. C.) mantiene sin la más mínima ambigüedad la permanencia del vínculo matrimonial, aún en el caso de adulterio. El Canon ix establece: “Una mujer fiel que ha dejado a su esposo adúltero y se casa con otro que es fiel, queda prohibida de casarse; si ella se ha casado, queda impedida para recibir la comunión hasta que el hombre que ella ha dejado muera, a menos que la enfermedad lo convierta en una necesidad imperativa” (Labbe, «Concilia», II, 7). El Sínodo de Arles (314) habla, de hecho, de apoyar lo más posible el que los hombres jóvenes que han repudiado a sus mujeres por adulterio no deberían volver a casarse (ut, in quantum possil, consilium eis detur); pero declara al mismo tiempo el carácter ilícito del segundo matrimonio, ya que dice de estos esposos: “Tienen prohibido casarse” (prohibentur nubere, Labbe, II, 472). La misma declaración se puede encontrar en el Segundo Concilio de Mileve (416) canon xvii (Labbe, IV, 331); el Concilio de Hereford (673), canon x (Labbe, VII, 554); el Concilio de Friuli (Forum Julii), en el norte de Italia (791), canon x (Labbe, IX, 46); todos ellos enseñan claramente que el vínculo matrimonial permanece aún en caso de repudio por adulterio, y que el nuevo matrimonio está por lo tanto prohibido. Sólo el Concilio de Verberie (725) y el Compiègne (757) se equivocaron especialmente, en casos muy especiales de viaje al exterior y de asesinato.
Por otro lado, existe la nulidad, que es tratar de discernir si existió matrimonio, tal como lo dije antes, si se selló el sacramento.
Ahora, queridos teólogos, ustedes buscan versículos bíblicos como quien busca pelos en la sopa. Nadie pone en duda, al menos y por suerte no lo manifiestan, que Nuestro Señor dijo que el hombre no separe lo que Dios ha unido. Pues, estimados, con esto se terminó la discusión, está más clarito que el agua. Aquí no importa todo lo demás que se pueda decir y deducir, si Mateo quiso agregar, si Lucas parece que dijo y si Pablo lo pensó mejor. ¿Nuestro Señor hace a Mateo, Lucas y Pablo o son ellos quienes hacen a Nuestro Señor?
Ahora los separados pueden comulgar y tienen responsabilidad dentro de la Iglesia. Y si han decidido volver a juntarse deben igualmente participar de la misa y movimientos. Nadie es dueño de la misericordia de Dios, pues es de Dios, pero nuestra supuesta misericordia por los separados no puede cambiar la doctrina. Pues Dios es sabio y bueno. Si no se está en gracia por esa unión post divorcio, no se está excomulgado, se puede participar aunque no se comulgue, pero muchas son las obligaciones del católico.
Las reglas son estas, si no les gustan, existen testigos de Jehova, episcopales, paren de sufrir, adventistas, etc, etc. La Iglesia no se va a acomodar al mundo, sino el mundo a la Iglesia. Roma es Pedro y Pedro es duro como la Piedra.
Los invito a dejar de querer modificar la doctrina y alentar el divorcio, pues dónde queda el temor de Dios. Busquen versículos bíblicos para ver cómo un hombre o una mujer pueden evitar y controlar el caer en adulterio, el mal genio, el egoísmo y cómo pueden cultivar la paciencia, la tolerancia, la fidelidad, la castidad y el temor de Dios.
Vuelvan al rebaño, dejen las herejías.
Bendiciones+++
Considero que, afortunadamente, el artículo de Rivas está mejor fundamentado que el que fuera escrito semanas atrás por Álvarez Valdés. De manera especial coincido, por evaluarla como a tono con el pensamiento del Nuevo Testamento, con esta sabia declaración: «El cristiano que se empeña en seguir la enseñanza de Jesús debe excluir de su horizonte la idea del divorcio, pero estando en camino hacia la plenitud del Reino, todavía encontrará tropiezos, entre los que está la posibilidad del fracaso en el matrimonio. San Mateo, al mismo tiempo que mantenía con firmeza la norma expresada por Jesús, reconoció que no se contradice la voluntad del Señor al admitir una excepción a la norma que excluye el divorcio. Lo mismo había hecho san Pablo». En efecto, la vida cristiana debe experimentarse conforme a la gracia de Dios y no de acuerdo con una perspectiva dominada por el legalismo. Sin embargo, si leemos con atención las páginas neotestamentarias, veremos que constituye un error el interpretar que vivir según la gracia divina da lugar a concebir que todo está permitido, que a Dios todo le da lo mismo, como si el Todopoderoso coincidiera con el relativismo tan en boga dentro de estos tiempos postmodernos. Por el contrario, basarse en la gracia debería entenderse en el sentido de que son posibles las excepciones a las normas espirituales enseñadas por Jesús y los apóstoles, piedra angular y piedras fundamentales de ese edificio santo que es la Iglesia como nuevo pueblo de Dios (Efesios 2:20). De allí que ningún cristiano fiel debería casarse pensando desde el inicio en la posibilidad del divorcio. Más bien, debería pensar que se está comprometiendo con su cónyuge por el resto de su vida. Porque ver la posibilidad del divorcio desde el comienzo de la vida matrimonial es caer en un error similar al que cometen aquellos alumnos que preguntan desde el primer día de clases: «Profesor, ¿cuándo es el recuperatorio?». Durante tres décadas, he observado, en mi experiencia docente en los niveles secundario, terciario y universitario, que dichos alumnos van directo al fracaso, porque no están dispuestos a sujetarse a la disciplina requerida dentro de la asignatura que están cursando. Algo semejante pasa con aquél que se casa sin tomar con la debida seriedad el compromiso que está adquiriendo, sin haber buscado en oración la persona idónea para encarar un proyecto común que dure hasta que llegue la muerte para uno de los dos. No obstante, si, a pesar de haber tomado todas las precauciones, el matrimonio fracasa de manera rotunda, incluyendo – como pasa más de una vez – el maltrato físico y el mal ejemplo sistemático delante de los hijos, y a pesar de haber intentado reiteradamente que se cambie la situación, de manera EXCEPCIONAL puede considerarse la posibilidad del divorcio. No como una verdadera solución, sino como un mal menor.
Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez
Doctor en Teología
Magíster en Ciencias Sociales
Licenciado y Profesor en Letras
Sólo a la Iglesia, en su actitud pastoral, le corresponde evaluar y discernir cuáles podrán ser las excepciones que admita la norma dada por Jesús, y cuál es la actitud que deberá asumir con los divorciados que han vuelto a establecer una unión.
Algunas costumbres de los tiempos bíblicos chocan con la sensibilidad actual. Los matrimonios eran concertados por los padres de los contrayentes, y no se pedía el acuerdo de la joven pareja, se admitía la poligamia (2 Sam 5,13; 1 Re 11,1-3; etc.), la mujer no tenía posibilidad de elegir esposo y a ella no se le solicitaba consentimiento (Tob 7,12), podía ser repudiada sin que se le pidiera la opinión ni tuviera derecho a solicitar la separación de su marido (Dt 24,1), si él moría sin tener hijos estaba obligada a recibir como esposo a su cuñado (Dt 25,5).
Bien, si estas costumbres chocan con nuestra actualidad, ni que decir los cientos o tal vez miles de matrimonios inválidos que se celebran diariamente cunado los contrayentes nos están debidamente preparados para brindarse el sacramento del matrimonio cristiano, a un niño se lo prepara 2 años para recibir su primera comunión y en dos charlas se prepara a una pareja ¿para un sacramento que dura toda la vida? en los colegios católicos se educa a los niños o jóvenes con muchísimos padres divorciados, por qué las autoridades no atienden sólo a los hijos de los matrimonios «perfectos» aunque sea de apariencia ¿tendrán miedo de quedarse sin alumnos? y qué decir de aquellos testigos del sacramento del matrimonio qué abandonaron el sacerdocio y se casaron!! o lo que es peor, los sacerdotes que abusaron de los hijos de los matrimonios cristianos que se los confiaron y qué decir de los sacerdotes que sonríen y hacen gala de su misoginia, de los sacerdotes que no saben bien qué hacer porque su interior los llama a permitir la comunión espiritual para los divorciados vueltos a casar…; si la Iglesia que vive estas situaciones, las ha permitido y permite ¿será capaz por humildad aceptar a los divorciados vueltos a casar y otras tantas cuestiones de nuestro tiempo? De la misericordia y del amor de Dios no dudo ni dudaré, porque Jesús lo demostró con su vida y sus palabras, pero sí de ciertos sacerdotes, de teólogos, abogados de la Iglesia..
Me parece un artículo muy esclarecedor y me parece excelente que el autor se respalde en La Biblia en éste artículo sobre el divorcio y el recasamiento.
A Matías le digo que un católico ignorante o un pagano bautizado, como El dice, no es un futuro protestante. Pero dicho católico ignorante o pagano bautizado y yo agrego también un protestante -ignorante o no, todos ellos pueden perder su ignorancia si van a la Biblia y estudian el modelo bíblico de la Iglesia del Primer Siglo expresado en el Nuevo Testamento.
Con fraternales saludos
RICARDO DOCAMPO
Muchas personas quieren adopatar a su gusto el Cristianismo y es por eso que dicen que no esdtán de acuerdo que las autoridades de la iglesia decidan.
1.- Par empezar el amor no es un sentimiento, es un acto de la voluntad. Si dicen que se acaba el amor es que nunca ha habido amor.
Es una persona que solo quiere y ahora ya no quiere pero nunca amó.
2.- Claro que Cristo ve al que sufre no así al que dice que se acabó el amor.
3. La autoridad de la Iglesia es el Espiritu Santo y él guía a la Iglesia de Cristo
4.- Muy Bien por Horacio Bottino, sí lee la palabra de Dios, los demás que están en contra de la Iglesia se sienten sabios. Y sólo quieren aceptar lo que les interesa a su favor
Coincido con los comentarios de Matías, Raúl Ernesto Rocha Gutiérrez, Luis Erensus y Fernando Lozano.
Por otra parte me llama la atención que el articulista para fundar su postura, entre las numerosas citas que hace de las escrituras haya ¿OMITIDO? Mateo 20.8: «Jesús contestó: Porque ustedes SON DUROS DE CORAZÓN, MOISÉS les permitió despedir a sus esposas, pero no es ésa la ley del comienzo».
Concordante Marcos 10.5: «MOISÉS escribió esta ley porque ustedes SON DUROS DE CORAZÓN»
O sea MOISÉS otorgó las licencias por la razón (¡y que razón!) apuntada.
Pero, ahora bien, si EL SEÑOR, no Moisés, «El que estaba frente a Dios al principio», por Quien «se hizo todo y nada se hizo sin EL», Quien conoce pasado, presente y futuro de la humanidad y de todo lo creado, emitió tal sentencia, humildemente creo no hay lugar para las disquisiciones temporal,
afectadas por sinnúmero de circunstancias y por lo tanto tan variables como el clima, que resultan entendibles habida cuenta de distintos motivos de fragilidad humana, pero insustanciales si se tiene presente que la sentencia no es de ningún profeta mayor o menor, apóstol o discípulo, sino del HIJO, LA SEGUNDA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. Por lo tanto no es que por dureza de corazón no estime conveniente, ¡no se puede… porque no se debe!
Ante todo aclaro que soy casado en primeras nupcias y tengo 4 hijos, ya que en una oportunidad un sacerdote al que expresé mi pensamiento me acusó de «divrciado o de pensar así porque seguramente me encontraría en esa situación».
La Iglesia lisa y llanamente separa y discrimina al divrciado que ha vuelto a formar pareja. Es por eso que tanto se preocupa por demostrar lo contrario, que lo acepta, que le da cierto lugar, que tiene cabida en la comunidad, etc, etc. Todo charlatanería. Cuando quiere comulgar lo corta y lo deja afuera. Ninguna posibilidad. Por supuesto que en público, el amigo cura en privado le da la Comunión. Particularmente comparto la posición de la Iglesia, o me pongo la camiseta o juego en el equipo contrario. Lo que no comparto es la mentira y el engaño de decir por un lado, vení que te acepto, y por el otro cuando me tengo que sentar a la mesa del Señor, ah, vos no, no podés, ahora andate.
De la lectura de los comentarios de estos artículos, tanto del presente como el de Álvarez Valdés, cuesta creer el fundamentalismo de los que opinan. Es como que no pueden ver, o no quieren, que Jesús, en sus enseñanzas jamás impuso a nadie ningún yugo pesado, sino que por el contrario, todas sus enseñanzas fueron liberadoras para el hombre.
Entonces me pregunto ¿Porqué los hombres se empecinan en seguir manteniendo como fundamento de la vida en sociedad la continuidad de un matrimonio mal avenido? Por qué no permitir que quien no haya tenido la buena suerte de encontrar un compañero, un verdadero aliado, rehaga su vida, pueda ser feliz en este mundo? O es que acaso creen en la reencarnación y que en su segunda venida serán felices? Es increíble que se de cómo fundamentos lo que no corresponde, y que se cierren de la manera. Porqué el matrimonio debe ser eterno. Acaso, los mismos judíos no se divorciaban a cada rato. Y Jesús era un judío. Sólo pretendió defender a la mujer, de esa época, que al divorciarse quedaba totalmente desprotegida. Cómo pueden atenerse a enseñanzas tan arcaicas y no ver la realidad, de una sociedad que se cae a pedazos, de una iglesia que cada día está más alejada de la gente, de falta de compromiso de los cristianos con su fe….
Y para los comentaristas que no están de acuerdo con estos artículos, es preferible que ni opinen, porque lo único que hacen es daño a quien los lee, ya que tanto este articulo como el anterior, ayudan a la gente a “ pensar”, a abrir la mente y sobre todo a sentir, en lo profundo de sus corazones el infinito y gran amor de Dios. Y no seguir aferrados a esas enseñanzas que más parecen hechas a medida de jíbaros mentales. Quizás quepa las palabras de Jesús en la cruz. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
Simple aclaracion a los comentaristas y para todo aquel que pase por esa misma situacion:
Estimado Eduardo, si te presentan esa situación debes denunciarla al arzobispo, al obispo o a la mismisima Roma. Ese prebistero que actua asi deberá dar cuenta. Lamentablemente muchos católicos no conocen su Fe, nunca se debe despreciar al que esta en falta y jamás debe alejarse esa persona de la iglesia y debemos denuncia en privado y luego en público al que actua mal.
Los enfermos son los que acuden al médico, nadie debe impedirselo.
Y en el caso del casamiento, muchas veces son graves errores y horroes en las charlas prematrimoniales que son para niños de 6 años. Luego que alguien se casa no recuerda que lo primero que se nos pregunta y ante Dios es si somos libres y estamos conciente de tomar esta decisión libremente y para toda la vida. Muchos se casan por iglesia sin tener FE y luego con los años cuando se dan cuenta lo que hicieron y abrazan la Fe no encuentran como resolver el problema. Si no estoy seguro de eso, porque he concido mas la vagina de mi esposa que su cerebro es preferible no casarse y lo mismo para la mujer. No entiendo estimada Lara que comprendes de lo que se dice y se hace cuando uno se casa ante un representante de Dios, no entiendes que la promesa la haces antes Dios y libre esto no tiene nada de arcaico es asi y punto. Nadie obliga a nadie a casarse hoy día, peor que antes, pues antes podian decir me obligaron, pero ahora somos libres de decidir y debemos velar día y noche por nuestras esposas y nuestros esposos. Si algo anda mal debemos arreglarlo a tiempo, ningún matrimonio que se conoce de verdad explota de un día para otro. Lo que sucede es que queremos encontrar alguna justificacion a nuestra promesa fallida. Y lamentablemente uno ya dijo «si quiero» por eso piensen antes de hablar, y no toquen antes de estar seguros de conocer lo que se toca. Todo lo demas es relativismo, si Lara considera que esto es fundamentalismo y arcaico entonces como considera velar por las familias? No se puede escoger algo de lo que me gusta de la iglesia y dejar o modificar lo que me parece que se debe adaptar a mi. Pues tienes la libertad de hacerte protestante y nadie te pedirá nada salvo el pastor. Busquen las estadísticas desde que se aprobó la ley del divorcio siempre el divorcio fue incrementandose y mas hijos aprender a convivir con 2 madres o 2 padres, otros hermanos, otras suegras. Se imaginan todos a la mesa, la esposa con el amante y los nuevos hijos con los otros hijos anteriores y el padre con su nueva esposa y los nuevos hijos la suegra de la madre con la consuegra de la esposa nueva de su esposo, el suegro con el consuegro de su otra esposa, no es hermoso el quilomobo? Ah despues los nietos, pobre a todos le van a decir tios ni hablar si tenemos que entender el padre que es madres o la madre que se hizo padre en funcion a su pareja gay. San Pablo dijo » todo me esta permitido, mas no todo me conviene» Y en donde quedó el orden?
Querimos católicos parece que ha llegado la hora donde cada uno quiere hacerse su propia religión y sacar y poner lo que me gusta o no me gusta empezando por lo teólogos que van a terminar por justificar el aborto, en breve.
Son libres! haganse protestantes pero no renieguen de su Fe y lo peor que ahora el reniegue viene de adentro. Y como lo dije antes un separado puede comulgar. Y si decide una nueva unión vea antes si ha tenido el sacramento y si no ya sabe que se perderá de comulgar, pero eso no significa que se encuentre condenado, nadie conoce la misericordia de Dios. Pero no cambien lo que tan simple dijo Nuestro Señor Jesucristo: «que el hombre no separe lo que Dios Ha unido»
Bendiciones+++
Antes que nada les comento que no soy un estudiado de la biblia.
Estoy de acuerdo con los comentarios antes expuestos.
Pero me pregunto qué pasa con los matrimonios en los cuales una persona deja al otro, digamos que los motivos pueden ser varios (lo dejo a su consideración). En ese caso, ¿la otra persona no debe jamás amar a ora persona y compartir su vida? ¿No puede pedir de nuevo a la Iglesia su bendición para que sea un matrimonio sagrado? ¿No tiene el derecho a que Dios este en su nueva unión?
Dios es amor, entonces, si existe amor en la pareja ¿no debería ser considerado un análisis y permitir la bendición de su matrimonio?
¿Nunca mas deberá comulgar,porque esta en pecado mortal?…
La verdad y a mi muy personal manera de pensar, no estoy de acuerdo en que se niegue una bendición de tal importancia.
Gracias por sus comentarios.
Matias:
Contemplar el divorcio cada uno en su caso, sin ser rigido, es anteponer como valor supremo la compasion y el amor, que Jesus practico. Un hecho de este tipo, mas pastoral que doctrinal no es una desviacion, herejia o adaptacion del contenido de la Fe. Mas bien, llamar hereje a alguien que reflexiona el asunto, con honestidad, siendo algo periferico al contenido de la Fe, es fundamentalismo
Estimados parece que hay cosas que no se compreden porque somos carnales.
Nuestro Señor habló a los simples y agradecio al Padre por haber revelado estas cosas a los humildes, por lo tanto no necesita re-interpretación. Jesus devolvió el lugar a la mujer, eligiendo a su madre y llamandola mujer como cuando no era propiedad del hombre y convirtiendola en la Madre de todos los creyente y la Reina de todo lo creado por se la madre del Rey. No necesitamos ni teologia feminista ni teologia de la liberación para reinterpretar a Jesus, lo que necesitamos es mas oración y entender que somos espirituales amén de carnales.
No pueden entender que los sacramentos son sellos que pone el Espiritu Santo, el mismo Dios y ni el Papa lo puede borrar, solo puede decirce que no hubo tal sello. Entiendalo!! No hay otra explicación, o mas bien si encuentran como des-bautizarse entonces les daré la razón.
Esto es la doctrina, y para entenderla hay que ser mas espirituales, pues Jesus nos dice que debemos nacer del agua y del espiritu y eso se logra en el bautismo, pero se acrecenta con el resto de los sacramentos y una vida en orden y en gracia.
Hoy día esta muy de moda hacer lo que te sienta bien, y entonces eso es lo que esta bien. Eso no ha sido nunca ni será asi para un católico, al que le suene a fundamentalismo, que se haga musulmán a ver como le va. Pero antes que me explique como borra el sello del Espiritu Santo.
Cada divorciado debe hablar con un sacardote, pero el siempre debe aferrarse al catecismo y al magisterio, el consuelo, el alivio, el acompañamiento, nunca deben ser contrarios a la doctrina de la iglesia, por mas lástima que brote y mucho menos mezlcar la hipocrecia.
Nuestra iglesia no debe adaptarse al mundo, sino el mundo a nuestra iglesia, esto no es fundamentalismo, esto es evangerlizar con la verdad.
Honestamente aquel que esta pasando o pasó una situación de divorcio, piense si hubiera llegado a esa situación si su pareja hubiera crecido espiritualmente y hubiera abrazado a Jesus y vivido los sacramento de confesión y La Eucaristia en forma regular. Hubieran llegado a donde se llegó? ………Saben yo creo que no, pero todos nos casamos por iglesia y hasta tal vez no nos confesemos seguido ni siquiera participamos de la misa, etc incluso pasen años. Entonces como piensan incrementar la fuerza del sacramento. El sacramento no es una cadena a mi pareja, es una unión y sello espiritual que viviendo en gracia nos permite afrontar muchas dificultades.
Yo insisto que el gran error es no explicar el sacramento del matrimonio con la importancia que este acotecimiento significa para el hombre y la mujer antes de casarse y si realmente no creen no se casen. Pero el no haber sabido como es el sacramento, y estar en una situación de divorcio con nueva pareja, no debe llevarme a intentar modificar la doctrina o a re-interpretar a Jesus.
La Miseriordia de Dios es grande, pues bajemos nuestra soberbia, errores cometemos todos, pero nadie se condena por eso, sino por insistir en los mismos o justificarlos.
Bendiciones+++