La travesía del cuarto Rey Mago

Tres reyes de Oriente, guiados por una estrella, llegaron a Belén. Rindieron homenaje al niño y entregaron sus regalos. Encontraron su camino hacia los Evangelios y a la memoria colectiva y aún podemos verlos en las imágenes de los grandes maestros y entre las figuras del pesebre de Navidad. Sus reliquias son conservadas en la catedral de Colonia y el mundo entero los recuerda en la fiesta de Epifanía como los primeros paganos y naciones en descubrir el camino desde la oscuridad de la no creencia a la Luz del Mundo. Advertidos en su sueño por un ángel, eludieron el ardid de Herodes y regresaron sanos y salvos a sus respectivos países.
Existe una leyenda poco conocida que habla de un cuarto rey, que emprendió el viaje con piedras preciosas como rubíes. Pero nunca llegó a Belén. En su peregrinaje encontró mucha miseria humana. Poco a poco se fue desprendiendo de todos los tesoros que traía consigo. Redimió a un cautivo y ayudó a una pobre mujer para que salvara a sus hijos de morirse de hambre. Cuando sus manos quedaron vacías, se vendió a sí mismo para salvar a otros, como esclavo remero en una galera. Su peregrinación no duró semanas o meses sino treinta años, demorada una y otra vez por más y más encuentros con el sufrimiento humano. La estrella de Belén había desaparecido hacía ya mucho tiempo. El donante real se había convertido en un pordiosero que caminaba por el sombrío laberinto del mundo. Estaba lleno de decaimiento y fría desesperanza y sus buenas acciones no lo entibiaban mientras titiritaba por el temor de no haber sido capaz de cumplir su misión.
Cuando arribó a una gran ciudad, tuvo la sensación de que su aventura estaba por llegar a su fin. Como tenía un corazón compasivo, acompañó al criminal en su último viaje.
La gente seguía al condenado camino a una loma fuera de la ciudad, le quitaron sus ropas y lo crucificaron entre dos delincuentes. Sobre su cabeza colgaba una inscripción: este es Jesús de Nazaret. Rey de los judíos. Estaba escrita en latín, hebreo y griego.
Cuando la oscuridad cubrió toda la tierra, el rey vagabundo y pobre cayó sobre sus rodillas ante la cruz y extendió sus manos abiertas. Se dio cuenta de que quien estaba muriendo frente a él era el mismo al que no había alcanzado a ver a tiempo en el pesebre. Aquí no brillaba ninguna estrella ni había ángel alguno que pregonara. Dios estaba en silencio y el mismo sol ocultaba su rostro. Las manos del peregrino estaban completamente vacías. Su mente estaba perpleja y su corazón estéril. Había agotado todas sus emociones, toda su fe, toda su esperanza. Todo lo que quedaba de él era un cáliz vacío.
Pero como las leyendas suelen tener un final feliz, esta también lo tiene. A la tercera hora, una gota de sangre cayó desde la cruz sobre la palma de la mano del rey. Tenía el color de la piedra con la que había comenzado su peregrinaje. El peregrino había alcanzado el final de su travesía. La piedra preciosa se había convertido en la sangre de un corazón herido. El donante real se había convertido en un pordiosero y ahora el pordiosero recibía un regalo real. Ahora cobraban sentido todas las estaciones de su peregrinación. Su travesía había perdido el rumbo sólo en apariencia. De hecho, había llegado a destino y en tiempo.
La leyenda trazó un puente entre la Encarnación y la Redención, entre el misterio de Navidad y el misterio de Pascua, entre el delicioso Hagaddah del evangelio de la niñez y tal vez la historia celta del rey que veneraba el Santo Grial con sus caballeros. Dulcemente saltó por encima del vacío del sentimentalismo de mal gusto, para revelar lo esencial del mensaje evangélico, el camino más perfecto: “Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía”, dice San Pablo en el versículo 31 del capítulo 12 de su Primera Carta a los Corintios, cuando se prepara para hablarles del amor.

Tomáš Halík es sacerdote católico, filósofo y profesor universitario checo

Traducción: Vicente Espeche Gil

3 Readers Commented

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  1. Federico Brook on 5 enero, 2021

    No conocía está parábola del IV Rey. Es sumamente interesante e instructiva, es una reflexión sobre la vida, hoy más que nunca actual.Llegamos sin nada,por manera de decir, con amor, pureza, el tiempo nos educa, nos modela e ahí el crecimiento, el cambio, las ambiciones, el trabajo la cultura, la riqueza. En ese momento deberia aparecer «la reflexión» de lo que es la vida propia y de quienes nos rodean, allí está el secreto que recibimos de Señor, que nos permitirá irnos libre, serenos con la mente rica de cultura y del amor dado con el espíritu, con los ojos y las manos.
    fb.
    Bravo el traductor Vicente Espeche.

  2. martha pagano on 5 enero, 2021

    Me conmueve y alienta la esperanza
    Cuando creer que todo está perdido o no se encuentra el sentido Dios nos habla

  3. Ana Maria Pastorino on 5 enero, 2021

    De ternura infinita La travesia del cuarto rey Mago. Leia… y mientras lo hacia, lloraba. Aún sigo con la emoción que provocó conocer trayectoria y desenlace de este inolvidable Cuarto Rey que no llegó a ver el nacimiento de Jesús …pero estuvo en su despedida y en la partida hacia la eternidad

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