Contra la malversación de los derechos

Norma Morandini nació y creció en Córdoba y nunca perdió su
clásica tonada al hablar. Es periodista y se desempeñó como diputada
nacional (2005-2009) y senadora nacional (2009-2015). Actualmente preside
el Observatorio de Derechos Humanos del Senado de la Nación, creado en 2012, y
que tiene por función promover legislación concordante con todos los tratados
internacionales que la Argentina firmó en la materia. Además de luchar contra
la pobreza, un tema que debe ser prioridad para toda la política, le preocupa
la falta de compromiso con la democracia republicana y las instituciones:
“Tenemos que partir de un concepto común acerca de la democracia”, afirma.

¿Cómo fue su participación política en juventud?

Una de las primeras frases que dije en la infancia fue:
“Evita me ama, Perón me cuida”; evidentemente la educación no es inocua y soy
parte de una generación que terminó montonera. Llegué a Córdoba capital durante
el gobierno de Onganía, y nos reuníamos con un grupo de adolescentes con los
que teníamos compromiso social entre los que también estaba Juan Schiaretti y
Gerardo Ferreyra, el vicepresidente de Electroingeniería. Vi el
Cordobazo de afuera, me casé, viajamos por América Latina, tuve un hijo y eso
me protegió, porque cuando volví a Córdoba, aquel grupo ya estaba en la
clandestinidad. Regresé a una universidad muy politizada: primero la etapa
militar, después las cátedras nacionales del peronismo de izquierda y luego el
peronismo de derecha, con las cadenas. Los 500 estudiantes de Ciencias de la
Información estábamos en una lista, y la carrera se cerró luego. Una compañera
que estaba detenida me hizo llegar un papelito donde me avisaba que le habían
preguntado por mí; esa noche la policía me buscó en la casa de mis padres.
Decidí irme a Buenos Aires con la ingenuidad de creer que bastaba con alejarse
de Córdoba. Poco tiempo después supe que mis hermanos, de 20 y 21 años, también
estaban en la clandestinidad. Mi gran enojo con los Montoneros es por la
irresponsabilidad de no proteger a los chicos que estaban marcados. 

¿Cuándo los vio por última vez?

Fui a dejar una colaboración periodística a la revista Siete Días, entré a un bar en Tres
Sargentos y en un costado vi que estaban mis dos hermanos. Yo vivía frente al
Parque Lezama y empezaron a venir a jugar allí con mi hijo. Dos o tres meses
después los secuestraron; a mi hermana se la llevaron de mi casa. Sentí mucha
culpa por haber sido la mayor, por haber sobrevivido, por los pensamientos de
mi madre. Creo me salvó el hecho de ser corresponsal para la revista española Cambio 16. En estas tristes experiencias
se origina mi obsesión por la memoria que tiene sentido si es para que el
horror no vuelva a suceder. 

¿Cuál es la tarea del Observatorio de Derechos Humanos del Senado, que preside?

El Observatorio fue creado en 2012 y realizamos distintas
acciones tendientes a la concientización sobre temas vinculados a los derechos
humanos. La Argentina es la primera que firma muchos tratados internacionales
pero después no los cumple. Trabajo para reemplazar la cultura de la denuncia
por la cultura del anuncio: la gente tiene derechos que no reclama y que el
Estado no los garantiza.

¿También abarcan temas de identidad?

En este punto a veces perdemos de vista el daño que se ha
hecho a la malversación de los derechos. Las abuelas y los desaparecidos nos
han advertido sobre una modalidad que era secuestrar a los bebés. Pero a lo
largo y ancho de nuestro país está muy enraizada también la situación de la
joven pobre que entrega a su bebé por falta de recursos y la joven rica por
vergüenza. Estos chicos llegan a adultos y quieren saber quiénes son sus
padres, y tienen tanto derecho como en los casos de lesa humanidad, que son los
únicos de los que se está ocupando el Estado.

¿Cómo percibe la situación actual de los derechos humanos en la Argentina?

Si los seres humanos no fuéramos indiferentes a los otros,
si entendiéramos que somos iguales, que tenemos razón y conciencia, no harían
falta las declaraciones de principios. Pero la historia del hombre ha mostrado
su crueldad y la normativa sobre derechos humanos surge para proteger a la
víctima, pero no se agota en eso sino que trabaja para que no haya más víctimas
en el futuro. Pero el kirchnerismo hizo una apropiación y politizó algo que no
es político, sino que es universal, y nos ha impedido continuar la evolución
que veníamos haciendo. Ahora el trabajo es mayor.

¿Por ejemplo?

En estos días circuló la noticia de un grupo de guerrilleros
que atacaron un cuartel de Formosa y cobraron indemnización y no así las
familias de los militares que estaban defendiendo un estamento del Estado. Pero
en realidad es una verdad a medias. Yo fui muy defensora, junto con el senador
por Formosa, Mario Arce, para que se les diera una reparación al menos una vez,
dado que la ley dice que toda vez que el Estado viola un derecho tiene que
reparar, aunque no aclara de qué manera. Por el otro lado, las indemnizaciones
se entregaron por tratarse de desaparecidos, no por guerrilleros. Pero todo
está tergiversado por la ideologización. Los soldados que defendieron la Patria
también deberían haber tenido un reconocimiento, pero el kirchnerismo no lo
permitió cuando eran mayoría legislativa.

¿Qué opina de la política que se ha llevado adelante con respecto a las organizaciones de derechos humanos?

El juicio a las Juntas durante el gobierno de Alfonsín se
hizo de espaldas a la sociedad. Él tenía un ala progresista pero escondían a
las Madres para no molestar a los sectores más conservadores que también
formaban parte del radicalismo. Los periodistas teníamos prohibido el grabador
en el juicio; ¿cómo decir con palabras propias los dramas que escuchábamos? El
único que pudo hacerlo fue Jorge Luis Borges, que escribió: “no era un
peronista, no era un comunista, era un hombre que sufría”. Alfonsín quería que
se condenara a las cúpulas pero no a los que habían cumplido con la obediencia
debida. El punto 30 de la sentencia establece que fueran enjuiciados todos
aquellos que a lo largo del juicio habían sido nombrados por los
sobrevivientes, y esto es lo que desencadena 3.000 juicios y los levantamientos
carapintadas. El juez León Arslanián, peronista, fue el autor de ese punto 30,
que visto en la perspectiva histórica fue una irresponsabilidad. Siguieron las
leyes de obediencia debida y punto final y se canceló el tema. Pasaron los
años, los peronistas, incluidos los Kirchner, nunca bajaron al recinto cuando
Lilita Carrió y Patricia Walsh proponían la inconstitucionalidad de las leyes
de punto final y obediencia debida. Y después se montaron sobre las
organizaciones como si nada hubiese existido antes. Por otro lado, pienso que
es perverso pretender gobernar en democracia sobre cadáveres.

¿Pero no fue más perverso el gobierno de Menem con los indultos?

Sí, pero lo perverso fue que el indulto lo compraron los
Montoneros con un millón de dólares pero se presentó como si fuera un beneficio
para Videla. Se trata de una historia tergiversada, y un mentiroso se montó
sobre esa ficción. En estos momentos comenzaron a publicarse investigaciones
que dan cuenta de estas cosas, pero si el kirchnerismo gana las próximas
elecciones, no sé qué rumbo tomarán.

¿Qué opina del concepto de “periodismo militante”?

El que lo acuñó es un político (N.R.: Martín García), director de Télam y que no es periodista.
¿Cómo puede ser que la Academia, los periodistas y la política le otorguen
categoría a algo que se niega a sí mismo? El periodismo debe ser empleado del
público. Hace poco un niño me increpó en la calle: “Doña, soy un pobre”. ¿Qué
hemos hecho para que un niño considere que eso es su identidad, cuando en
realidad es una tragedia? Ese niño en la televisión sólo escucha hablar del
número de la pobreza y nada sobre su derecho a estudiar, a jugar, a que lo
protejan, a que lo amen. Los periodistas ignoran la importancia de la prensa en
un sistema democrático, que están protegidos institucionalmente por la función
que deben cumplir: garantizar la información a la sociedad. Pero hoy prevalece
la opinión y el debate público está degradado. La situación en la Argentina se
complica porque son los periodistas los que van a buscar los auspicios para sus
programas, lo cual está muy vinculado con la corrupción.

Y cierran grandes medios y paralelamente se multiplican los blogs y las web informativas.

Cuando los medios se reúnen se quejan de los cambios en el
negocio, por ejemplo, que Facebook o Google se lleven el dinero de publicidad
cuando no producen contenidos. Pero los diarios, en lugar de mejorar sus contenidos,
levantan lo que circula en las redes y lo convierten en información.

¿Cuál es su balance de la experiencia legislativa?

Escribí un libro, La mala bestia; tomé una frase de Cicerón que decía que los senadores eran buenas personas, pero el Senado, mala bestia. Y siempre me preguntaba en qué momento uno puede convertirse en eso. Cuando dejé el Senado no tuve despedidas:
creo que nunca me vieron como parte ni hice amigos allí. Creo que mi presencia incomodaba. Los asesores son demasiados, tienen poca preparación y no hay un compromiso serio de aprender y capacitarse; es la máquina de la política. Como sucede en muchos ámbitos de nuestra sociedad, hay una degradación también en el ámbito legislativo.

¿Cómo percibe el escenario político en este año electoral?  

Estamos frente a la democracia o la autocracia. Para que se
dé un diálogo democrático tenemos que hablar el mismo idioma, partir de un
concepto común acerca de la democracia. Los kirchneristas tienen una idea
plebiscitaria, consideran que si los votan pueden hacer lo que quieran. Ni
hablemos del respeto por la dignidad de las personas en la pobreza. Se decía
que Grabois estaba enojado porque no había pobres en las listas. ¡Qué confusión
tiene! Esa no es una categoría social o un sector que tiene que ser representado:
todos los representantes tienen que tener el compromiso de trabajar para que no
haya más pobreza. Ese lío conceptual es muy evidente en el peronismo.

¿Está también impregnado en la sociedad?

Durante la emergencia de hace casi dos décadas fue muy bueno
que la señora del barrio armara una olla popular o un comedor, pero esa señora
no puede seguir recibiendo el subsidio para cubrir una tarea que corresponde al
Estado, porque no es nutricionista, porque para que el dinero le rinda va a dar
polenta y no es lo que los chicos necesitan a nivel nutritivo, por ejemplo.
Algo parecido sucede en temas de educación, con una ley que yo voté pero que
ahora me genera muchas dudas. ¿Cómo puede ser que las organizaciones puedan
crear escuelas y tener docentes a los que no se les exige título? Hemos ido
degradando estos aspectos porque creo que tenemos culpa frente a la pobreza.

¿Por qué no podemos revertir ese núcleo duro del 30% de pobres?

Me da pudor hablar de la pobreza porque estoy convencida de
que no puede ser una bandera política ni un tema de debate. En la crisis tan
brutal de 2001 empezamos a ver niños en la calle y sentíamos compasión. Hoy
tenemos miedo de que saquen una navaja. Esos chicos han crecido delante de
nuestros ojos. Algo hemos hecho mal. Y todavía seguimos con políticas
asistencialistas. A su vez, cuando se habla de la responsabilidad social en las
empresas, el criterio es el mismo. No hay programas enfocados en dar
herramientas para salir de la pobreza.    

¿Por qué cree que en todas las listas electorales de este año hay un candidato peronista?

Porque el peronismo es una cultura del pragmatismo, incluso
he visto una cierta envidia en el radicalismo y en el PRO. Cambiemos era
interesante por tratarse de un espacio democrático que convocaba a personas que
no estaban directamente vinculadas con la política. Fracasó el peronismo, el
radicalismo, la izquierda, los militares… ¿En qué momento los retazos políticos
podrán construir una manta democrática? Hay que hacer una síntesis con lo mejor
del ideario de la justicia social, los derechos del socialismo, las
afirmaciones republicanas del radicalismo. Que Macri termine el mandato es ya
un hecho histórico que desmiente la frase tan remanida de que sólo los
peronistas pueden gobernar el país. Yo lo diría al revés: con los peronistas en
la vereda de enfrente, nadie puede gobernar. Falta creatividad en el análisis,
porque el país es nuevo en lo que muestra pero no somos nuevos en lo que
interpretamos. Hablamos de que los gremios son ricos pero no debatimos cuál es
el rol que les corresponde, por qué hay sindicalistas que están en el cargo
desde hace dos décadas y por qué quieren imponer las afiliaciones.

¿Cómo explica el odio hacia lo que llaman el “Gobierno de los ricos”?

Yo viví en Brasil y allí en las telenovelas está el universo
del rico y el pobre; en la Argentina el foco está en el marginal. Acá hay un
culto al bandido que llama la atención. Chávez es la reacción al elitismo
venezolano; es probable que el peronismo haya sido la reacción contra sectores
poderosos que fueron horribles en nuestro país. En la literatura incluso hemos
visto la pelea entre los de Boedo y los de Florida, el Facundo y el Martín
Fierro, las burlas a la forma de hablar de los inmigrantes… Hoy está
exacerbado. Creo que eso también se lo debemos al peronismo.

¿Qué lectura hace de las banderas feministas actuales?

Las chicas con los pañuelos verdes han hecho mucho ruido,
pero desgraciadamente lo que se está poniendo en debate es la violencia y el
duelo. Las Madres sentaron las bases de una idea de verdad y justicia, y  todos los años lamentablemente tenemos madres
en duelo: víctimas de la policía, del tránsito, de Cromañón, de la tragedia de
Once… Siempre son mujeres. Y lo que moviliza es la muerte, no el derecho. El
debate del aborto empezó bien, respetuoso, pero después se salió del carril.
Las consignas están muy ideologizadas.    

¿Qué otros debates nos debemos?

Por ejemplo, qué es la Constitución: no es un traje a medida
sino una guía común. Algunas voces hablan de cambiar el sistema judicial, que
sólo podría hacerse por medio de una revolución. Hay dos concepciones de
democracia: la que cree que es plebiscitaria y sólo consiste en votar, y la que
ha incorporado con jerarquía constitucional todos los tratados de derechos
humanos, a partir de la reforma de 1994, y que debe cumplirse desde el Estado
nacional, más allá de los signos políticos de los gobiernos. Además falta
educación en virtudes clásicas: no mentir, no lastimar al otro… se defiende la
corporación y al otro no se lo ve.

¿Qué opina sobre el papa Francisco y su influjo político?

Estaba en un comercio cuando escuché la noticia de que
Bergoglio había sido elegido Papa; éramos tres o cuatro mujeres que no nos
conocíamos y nos abrazamos. Siempre tuve la esperanza de que el Papa era la
única persona que podía unirnos. Por medio de una legisladora recibió mi libro De la culpa al perdón y me escribió una
carta que guardo con mucho cariño. Tiempo después me invitaron a una mesa sobre
el tema de la reconciliación en la UCA, junto a Graciela Fernández Meijide y Arturo
Larrabure. ¿Cómo no voy a conmoverme con el dolor de un hijo que pierde a su
padre? La verdad es que lo pasé muy mal, Estela de Carlotto decía que yo estaba
propiciando el fin de los juicios sólo porque utilicé la palabra “perdón”. La
ley dice que los crímenes de lesa humanidad no pueden ser indultados y que no
prescriben, pero no se hizo una ley que definiera que los condenados no podían
cumplir la pena en sus domicilios después de determinada edad. Lo que les dije
a los familiares de los militares presos es que si creían que había injusticia,
tenían que militar por su reclamo.

¿En otro orden, en qué consiste la recuperación del edificio de la calle México donde funcionó la Biblioteca Nacional, iniciativa con la que está colaborando?

Nos parece oportuno que el edificio de la calle México,
donde hasta su traspaso al edificio de la calle Agüero funcionó la Biblioteca
Nacional, aloje el Centro de Documentación Jorge Luis Borges. Se trata de un
acto de justicia con nuestro mayor escritor, el más citado en el mundo entero,
el que tiene innúmeras placas en la ciudad pero carece de un lugar para que los
especialistas indaguen en el laberinto borgeano. A la par, es una forma de
rescatar la Argentina del centenario con la majestuosidad de sus edificios y el
afrancesamiento de su cultura. La Biblioteca Nacional que dirigió Borges entre
1955 y 1973 fue la conquista de su director anterior, Paul Groussac, quien en
el inicio del siglo pasado, cuando supo que ese edificio se construía para
alojar la lotería, desafió al Presidente Julio Roca para que elija el mejor
destino para su país: una biblioteca o una lotería. Ganaron los libros. Un
siglo después, vale recordarle al Presidente que sea que el destino de una
Nación sigue siendo si se elige entre los libros o la timba. 

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