Entrevista a Ricardo Espinoza Lolas, doctor en Filosofía y catedrático en la Universidad Católica de Valparaíso, quien se dedica a estudiar nuevas lógicas que permitan repensar la sociedad más allá del capitalismo, partiendo de la necesidad de que el yo deje lugar para el nosotros.
-Podríamos decir, sin caer en exageraciones, que el rumbo del mundo en estos tiempos ha superado la capacidad de los intelectuales o filósofos que intentan comprenderlo. Los más lúcidos alcanzan sólo a poder plantear los conflictos y sus consecuencias, cuando no también las catástrofes, pero pierden vigor a la hora de proponer alternativas y posibilidades viables. Sin embargo sus libros dan la clara impresión de que no está dispuesto a resignarse a vivir en un mundo sin alternativas. ¿Cuáles son las líneas principales de su lectura del mundo y las opciones que considera plausibles?
-Lo que expreso en mis últimos libros* es la ideología en sus múltiples manifestaciones. Cómo ella nos subjetiva en la cotidianidad, cómo se construye históricamente y cómo podemos construir otra más cercana a la ciudadanía actual. Se trata del método mismo que me posibilita mostrar desde dentro de la ideología todo lo que ella expresa y, luego, señalar un diagnóstico del planeta en la actualidad y desde allí visibilizar un proceso revolucionario a la altura de los tiempos. Por ejemplo, como muy bien lo ve Lenin en sus Cuestiones Filosóficas, no se puede entender realmente El Capital de Marx sin haber leído la Ciencia de la Lógica de Hegel. Y esto es totalmente cierto, por eso no se entiende del todo la obra de Marx. Incluso añadiría que no se entiende cómo acontece la Revolución de octubre de 1917 de Lenin sin haber leído la obra magistral de Hegel. Mi libro Hegel y las nuevas lógicas del mundo y del Estado quiere ser una nueva versión, actual, de la Ciencia de la lógica; un libro que en su teoría indique posibles caminos a seguir, desde políticos a estéticos, pasando por transformaciones revolucionarias que permitan ver al hombre de este siglo, el mundo en el que está siendo, y de allí tomar decisiones. Mi segundo libro, El Ocaso del Yo y el Nacimiento del NosOtros, plantea la operatividad del primero; esto es, la visión de este mundo en el que somos y cómo lo podemos transformar. Si la Ciencia de la lógica de Hegel le permite a Marx ver las lógicas del capital y denunciarlas, y a Lenin advertir cómo se le arrebata el poder al zar de Rusia por medio de un proceso revolucionario, mi Hegel y las nuevas lógicas del mundo y del Estado puede permitir ver el actual capitalismo militarizado y chapuza planetario y a la vez transformar la subjetividad del hombre contemporáneo.
-Eso supone intuir un posible cambio de la situación actual del capitalismo. De ser así, ¿en qué radica esa posibilidad y en qué consistiría tal cambio?
-En el propio capitalismo militarizado está emergiendo, renovada y sanamente, una nueva Ideología, a pesar de tanto malestar e indignación en distintos lugares del planeta. Las ideologías no caen del cielo ni son estructuras ontológicas, no son necesarias ni universales, ni existen a priori (como piensan muchos o como nos quieren hacer pensar algunos todos los días a través de los medios de comunicación), sino que surgen como construcciones del tejido socio-histórico material de los países. La ideología es una construcción histórica que luego se naturaliza en cada uno de nosotros y a veces, incluso, la propia ideología ya no se ve porque opera como lo obvio en lo que se vive, se respira y se es. Por tratarse de una construcción, puede mutar, se puede transformar, actualizar, romper, desbrozar, revolucionar. Y es posible que desde ella misma nazca algo nuevo; dicho míticamente, puede nacer un hijo que quiera eliminar a su padre (como Zeus con Cronos). Ese nuevo hijo ideológico se está gestando en el propio capitalismo global militarizado y chapuza que acontece en estos tiempos. Si prestamos atención, en distintos lugares del planeta se están dando cambios reales, en la mayoría de forma silenciosa (y otras veces muy “ruidosa”: la Primavera árabe, el 15-M madrileño, los indignados de todas partes, los de Hessel, los Pingüinos de Chile, etc.), que permiten albergar esperanzas concretas de que el “desierto” capitalista que avanza pueda ser detenido y vivificado (es decir, se puede volver a la vida: el capitalismo todo lo aniquila, lo mata y lo seca). Hay aires frescos en tiempos de agobio global. Y en esos precisos aires la bandera que se usa es la del nosotros. A mí me gusta escribirlo así: NosOtros. De esta forma se puede ver que es un nosotros en y por la diferencia y no un nosotros homogeneizador ni totalitario; de ese nosotros ya tenemos bastante a lo largo de la historia y no queremos más. Este NosOtros comparece desde pequeñas formas de organización en los barrios de distintas ciudades a nuevos modelos empresariales que nacen de la inteligencia de múltiples jóvenes, pasando por otras formas de estar los unos con los otros en la sencillez de la diferencia y en la esperanza de que la vida pasa por cada uno y en su toma efectiva de decisiones; es la esperanza la que permite transformar el territorio espacio temporal en el que se vive. Esa pequeña transformación es, con el paso del tiempo, una gran transformación del planeta. Ese “aleteo” del NosOtros puede traer consigo un “huracán” de cambios que den sentido a este hombre de un nuevo siglo.
-¿Es factible desde las experiencias de nuestros países o, en su caso particular, a Chile, estar preparado para esos cambios?
-Nunca se está preparado para ningún cambio, ni el más mínimo (familiar, político, existencial). Luego, por lo mismo, y esa es la paradoja, hoy es necesario más que nunca agenciar el cambio. Por ejemplo en Chile, porque el país ya no da más de sí con su ideología capitalista que arrastra ya por décadas (y quizá por siglos): totalmente extrapolable a otras latitudes. Es decir, el capitalismo de hacienda chileno es una forma muy añeja en su operar, dominar y subjetivar a cada habitante. La hacienda se repite una y otra vez, es una pulsión de repetición que como un fractal puede verse en múltiples lugares, manifestándose no solamente en la mal llamada clase “alta” (que yo llamo “pobres de espíritu”) sino en todas las esferas sociales. Todos quieren ser patrón de fundo y funcionar verticalmente contra el peón, todos quieren ser poderosos en ese mercado hacendal, y para esto emprenden todo tipo de negocios y de segregación. Y así su valor de cambio aparentemente se torna en aquello que quieren todos los chilenos: ser reconocidos como exitosos (y esto ya escapa a las fronteras de Chile, se torna un perverso signo de los tiempos). Esa ideología chapuza del chileno se cae cada día a pedazos. Y en ello se vislumbran varias interferencias al sistema actual: desde indignación, rabia total y violencia radical hasta nuevas formas de agenciamiento por medio de ideas que generan alta capacidad de innovación y mejora real en la calidad de vida de muchos. El cambio acontece y es imparable; y se filtra por todas partes. No se puede detener. Lo que ocurre es que puede causar graves daños en el tejido social; pero quizá es inevitable para que acontezca ese nuevo modo de vida en un NosOtros en Chile y en el planeta. Espero que el cambio de cierta forma se canalice; lo lamentable y preocupante es que el lugar del cambio ya no es la universidad y menos la familia (y nunca lo ha sido el trabajo, que siempre es fuente de explotación permanente).
-Da la impresión de que, en la medida en que vamos concretando las ideas, las opciones se van reduciendo y volviéndose más difíciles. A tal punto que, en cierta medida, todo pareciera depender de un cambio en la trama vincular, en aquello que une y nos conforma como comunidad. ¿En qué sentido es posible esperar un cambio de ese tipo?
-Entonces, ¿dónde cambiamos? En Chile y en muchos países la cosa está difícil (lo mismo en la Argentina y ni qué decir España con el caso catalán, Gran Bretaña con su decisión del brexit, etc.). Yo creo que en la amistad (en los equipos de amigos, y no de amigotes) podemos esperar que emerjan pequeños cambios y que luego con Otros se generen cambios en redes y a nivel global. ¿Por qué en la amistad es posible el cambio? Porque opera como el lugar donde nos podemos trasformar y esto por algo muy simple: en la amistad, el maldito yo emprendedor del sujeto actual puede dar paso a un NosOtros. La amistad poco a poco va derrumbando las paredes inaccesibles del brutal yo narciso contemporáneo. Uno conversa con el otro en tanto que Otro y no por ningún tipo de transacción, ni por un bien de consumo o una teoría del valor, y así el espacio existencial del mercado da paso al mundo. A un espacio de un NosOtros que nos permite entre todos y en la diferencia diseñar una idea que nos dé el norte y el sentido de por dónde debemos caminar.
*Hegel y las nuevas lógicas del mundo y del Estado. ¿Cómo se es revolucionario hoy? (Akal, 2016, con prólogo de Slavoj Zizek y epílogo de Alberto Toscano) y El Ocaso del Yo y el Nacimiento del NosOtros. Hacia un nuevo paradigma de la Empresa (Librería Pascal, 2018, con prólogo de Antonio Negri y epílogo de Eugenio García.