La batalla por Raqqa, iniciada a fines de septiembre último, parece marcar el principio del fin para el califato proclamado por el jefe del ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi. Cabría prever entonces, tanto en Siria como en Irak, la culminación de una etapa, dirigida a recuperar extensos territorios ocupados por el sedicente Estado Islámico o Daesh. Sin embargo, tanto en Irak como en Siria se sabe que aún quedan focos de resistencia donde se anticipan combates, acaso definitivos.
Aunque la recuperación territorial avanza, sería apresurado creer que el ISIS será “barrido de la faz de la Tierra”, para reiterar una expresión corriente en estos días. Un rasgo saliente del grupo es la habilidad para regenerar sus tejidos dañados, algo que viene demostrando desde sus inicios.
En ese contexto hay que incluir el anuncio de la creación de un califato, algo que difícilmente se tome a la ligera en el islam. La historia musulmana está marcada por esa entidad como forma de gobierno en territorios que en algunos casos eran imprecisos en sus límites pero firmes en cuanto a organización y capacidad militar. No es casual que hasta el día de hoy nadie olvide a Harunar-Raschid, el refinado califa de Bagdad que reunió en su corte a sabios de todo el planeta. En comparación con su coetáneo Carlomagno, éste queda casi relegado a la categoría de un primitivo.
Dicho esto, no hay que creer que el ISIS se apoderó de Raqqa para convertirla en una próspera capital. No fue ése el objetivo, simplemente porque el califato nació para cumplir otra misión. Hay en el ISIS un estamento supremo que marca el rumbo de fondo, y al parecer lo sigue haciendo, según la información que difunde un texto atribuido al propio Al-Baghdadi, de fines de septiembre pasado.
Esa cúpula superior se rige por los dictados de la rama jihadista del salafismo, una corriente mística y religiosa que reivindica las prácticas de los primeros tiempos del islam, las enseñanzas iniciales del profeta Mahoma y, al mismo tiempo legitima la jihad (1). El ISIS se guía por esos preceptos y encuentra en ellos fundamento y justificación para su accionar. Por debajo de los conductores opera una compleja red jerárquica, con diversidad de cometidos. Comprender esto es esencial para vislumbrar algún posible sentido en el accionar del ISIS desde sus orígenes.
Las corrientes místicas y religiosas tienen una antigua y prestigiosa tradición en el islam. No es exagerado decir que en ellas se originan, en diversas formas y matices, todas las acciones que se suceden desde el inicio de la Revelación predicada por el profeta Mahoma en el siglo VII. En esa línea, una creencia con fuerte arraigo hasta la actualidad es la que sostiene que el fin de los tiempos está muy próximo y llegará de la mano del mahdí (el guiado), que traerá paz y justicia a la humanidad. El ISIS no es ajeno a esa tradición y quienes la comparten deben alistarse para ese acontecimiento del que serán partícipes. Quienes conocen el tema en profundidad aseguran que el impulso apocalíptico de los grupos jihadistas ha mostrado ser más difícil de enfrentar que la motivación política; los primeros se ven a sí mismos como protagonistas de la gran batalla final(2).
Si ése es efectivamente el punto de mira de los conductores, su accionar extremista sería anticipatorio del mayor suceso universal de todos los tiempos y ocuparían en él un lugar relevante. Desde esta perspectiva, el ISIS se ve a sí mismo como artífice necesario del fin de los tiempos, donde, por definición, no puede haber actores secundarios o casuales. Por ese camino, que por otra parte nunca abandonó, el ISIS se propone recuperar el protagonismo que viene perdiendo en lo territorial y, por añadidura, en virtud de ese mandato sagrado, no sólo se justifica sino que se alienta la matanza de los infieles cruzados, en tanto se la considera premonitoria de la batalla final.
La relación entre los movimientos místicos y al mismo tiempo fundamentalistas en el islam no es nueva ni debería sorprender. Un ejemplo es el wahabismo saudí, una corriente que en sus orígenes (siglo XVIII) tuvo relación con el nacimiento de Arabia Saudita y su monarquía, que es la actual. El wahabismo se relaciona con el salafismo; de allí y de la llamada conexión Saudí-Libia, entre otras muchas, provinieron los fondos que financian guerrillas y grupos terroristas en buena parte del mundo.
Si al-Baghdadi vive, como se cree, debe tener ahora unos 46 años. Los primeros antecedentes lo relacionan con la segunda guerra de Irak, que puso fin a la dictadura de Saddam Hussein. En 2005, su intervención en el conflicto le significó la cárcel durante cuatro años. Aprovechó su tiempo allí para tomar contacto con jihadistas, dirigentes y religiosos islámicos. Aquella fue su verdadera universidad en la que aprendió todo lo que luego aplicaría. Tardíamente los norteamericanos comprendieron que era conveniente evitar contactos entre ciertos prisioneros en sus cárceles.
Liberado en 2009, desarrolló una actividad intensa que al año siguiente le valió llegar a ser líder del ISI (Islamic State of Iraq). En 2013 el ISIS aparece con su nombre definitivo (Islamic State in Iraq and Syria). En enero de 2014 el grupo anuncia el control total en Raqqa (Siria).En junio del mismo año controla Mosul, en Irak (las tropas iraquíes huyen dejando atrás sus uniformes). En julio de 2014, en lo que tal vez haya sido su hora más gloriosa, al-Baghdadi hizo su primera aparición pública en la mezquita de Mosul; desde allí proclamó el califato.
De aquel nivel inicial de creación y conducción derivan los grupos de acción que están actuando ahora. Equipos especiales se dedicaron a utilizar, con gran habilidad, las redes sociales para difundir sus objetivos y creencias. Los gobiernos trataron de cerrar el grifo de esas emisiones pero sin éxito: el ISIS se encargó de advertir: “donde ustedes cieguen un sitio en las redes, nosotros vamos a abrir dos o tres nuevos…”.
En su ascenso, la relación del ISIS con Al-Qaeda, la red de Usamaibn-Laden, nunca fue buena después de la muerte del fundador. Su sucesor, el cirujano egipcio Aymán al-Zawahiri, fue objeto de destrato por parte del ISIS. Irónicamente pusieron en duda su capacidad para competir. Al-Zawahiri recurrió también a la ironía: “El día que ustedes hagan algo parecido a lo que logramos nosotros, podremos hablar”. Claramente se refería al atentado contra las Torres Gemelas. En 2014 Al-Qaeda descalificó al ISIS y formalmente se separó de él.
Volviendo al momento actual y a los ataques con cuchillos o vehículos que atropellan a la gente en ciudades como Londres, París o Barcelona, cabe interrogarse sobre el futuro del ISIS, que pierde lo que fueron los territorios del Califato, ahora en retirada.
Células dormidas y lobos solitarios, decididos a actuar sin tomar contacto con sus jefes, no es precisamente lo que falta. Tampoco escasean los jóvenes que llegan a Occidente desde toda la geografía de Dar al-Islam (la Casa del Islam). Gente del África Saheliana, por dar un ejemplo, atraviesa medio continente para llegar a la costa del Mediterráneo, desde donde iniciará la incierta aventura de alcanzar Europa.
Deslumbrados por lo que ven en un Occidente que no los integra, no tardan en sentirse desengañados y, antes o después, resentidos por ese mundo al que no pueden acceder aunque vivan en él. Descubren el brillo de las grandes ciudades, el consumo insaciable, los autos de lujo, las mujeres liberadas y tentadoras, todo al alcance de la mano, y al mismo tiempo fruto prohibido. Comprenden tardíamente algo acaso más profundo: el mundo del que provienen no es superior al que ahora descubren; los habían engañado.
Son candidatos para lo que ahora se llama la conversión express. Fue el caso, que algunos consideran inexplicable, del joven que vivía muy cerca de Barcelona: bastaron dos o tres meses, con un maestro, para convertirse en un jihadista dispuesto al martirio; transmutado en soldado del ISIS. Va a ser difícil que eso cambie en tiempos razonables, si acaso cambia.
No hay nada razonable en esta lucha.
El autor es Profesor emérito de la Universidad Austral.
Notas:
(1) La Pequeña Jihad, que es la lucha contra los infieles. La Gran Jihad que es la lucha que libran todos los fieles para afianzar su fe.
(2) Cf. Jessica Stern y J. M. Berger: Isis, the state of terror. Harper Collins Publishers, New York, 2015. Una excelente y muy completa investigación sobre el ISIS.